El escritor Poli Délano.

Una entrañable amistad hubo siempre entre los escritores Poli Délano y Diego Muñoz Valenzuela. Sus historias y sus largas conversaciones guardan arcanos solo para iniciados en el arte del decir por escrito. Hoy, Muñoz Valenzuela nos devuelve la figura extraordinaria de Poli Délano en esta columna.

Gabriel García Márquez señaló que “escribir es el trabajo más solitario del mundo”. Es muy posible que esta frase contenga mucha verdad; al menos siento que coincide con lo que he ido aprendiendo con el transcurso de los años. El oficio de la escritura literaria se ejerce en el silencio y en la soledad, por más que uno esté conectado –obligada o voluntariamente- con su mundo y con su tiempo.
No puede derivarse de esta afirmación que compañía y escritura colisionen entre sí de manera excluyente. Pero es preciso alternarlas y equilibrarlas en la vida de un verdadero escritor. La mayor parte de los escritores somos bastante sociables, acaso descontamos una que otra extravagancia, o varias de ellas. Nos gusta la compañía de los pares –no todos, por cierto, sino de algunos de ellos, bien selectos- y la de otros amigos que no escriben, pero gustan de la literatura. Y sobre todo nos encantan la fiesta, las bromas, la conversación viva, las discusiones como ejercitación del pensamiento autónomo, sobre todo si esto se acompaña con una mesa bien provista de bebestibles. Hay un espacio para estas actividades festivas, un tiempo para la lectura y un tiempo para la escritura. “Noto cómo una mano inflexible me va sacando de la vida cuando no escribo”, para utilizar palabras de Franz Kafka.
De otra parte, esta profesión conduce a una competencia bastante enérgica entre pares. Más aún, si las oportunidades que un país pequeño como Chile brinda a los escritores son escasas, más bien magras, quizás francamente menesterosas. Esto empeora si consideramos que en Chile se lee muchísimo menos de lo que debiera, que el precio de los libros es alto y el status de los escritores es muy restringido, si lo comparamos contra aquellos países que nos agrada considerar como referentes. La competencia entre colegas que surge de las características descritas, indeseable aunque real, se suma a la soledad requerida para la escritura y contribuye a acrecentar los muros divisorios
A pesar de que el sistema neoliberal pregona e impone la sacrosanta competencia por sobre cualquier otra consideración, ergo el interés propio, el afán por fama y dinero como objetivos supremos y signos de éxito, existió y existe una comunidad de escritores donde todavía imperan la fraternidad y la solidaridad humanas y la preocupación por lo social. Esto refleja, por ejemplo, en la existencia de la Corporación Letras de Chile, de la cual Polí Délano fue uno de sus fundadores fundamentales.
Poli Délano, notable escritor y admirable ser humano, dos cualidades de improbable convergencia. Las competencias de Poli Délano en el ámbito de la creación literaria están archi demostradas en la extensión, variedad, profundidad y calidad de su obra. Yo quiero destacar esta otra vertiente cada vez menos frecuente en el gremio: la vocación social y fraterna del hombre que escribe.
Es una frase certera para describir la vida de Poli Délano: un buen escritor y una buena persona. Un gran amigo, un guía ilustrado, un maestro generoso sin pretensiones didácticas, un brazo poderoso presto a brindar apoyo cuando se requiere. La humanidad omnipresente en su obra narrativa no es un artilugio intelectual, sino que el resultado de una sólida estructura personal, una opción construida desde la convicción profunda del valor del otro, la importancia de los demás por sobre la propia existencia.
Esto se evidenció con nitidez cuando Poli –no bien fue levantada la prohibición de volver a Chile- regresó del exilio para integrarse en plenitud a la lucha por restituir la democracia. Recalco aquello de “plenitud” porque así procedió, sin eximirse de nada, impulsando –primero como socio y luego como director y Presidente de la Sociedad de Escritores- la lucha por la defensa de la libertad de expresión. Se manifestó como ciudadano común y corriente en los mítines callejeros que implicaban evidentes riesgos mayores y la frecuente necesidad de esquivar -no siempre con fortuna- los bastonazos de la policía, los potentes y pestíferos chorros de agua de los guanacos, o los efectos asfixiantes del gas lacrimógeno. Tampoco se excusó de participar en actos artístico-políticos –tan modestos como subversivos- en universidades, poblaciones, sindicatos y cuanta organización se abriese para los artistas adscritos al quehacer libertario.
Para quienes nos asomábamos a la escena literaria a mediados de los 80, el regreso de Poli Délano fue extraordinariamente significativo, iluminador, esperanzador. Retornaba a Chile uno de aquellos maestros de los que fuimos privados en nuestros primeros pasos como escritores. Hemos dicho en múltiples oportunidades que los escritores de la Generación del 80 (del Golpe, NN) fuimos huérfanos literarios. No tuvimos a la mano maestros que nos guiaran y nos nutrimos omnívoramente de toda aquella materia literaria que estuviera al alcance de la mano, de distintas épocas y diversas procedencias: latinoamericana, norteamericana, asiática, europea. Y pienso que quizás eso fue bueno para nosotros y bueno para la literatura chilena.
Mas debo reconocer que aquella orfandad primigenia –parcial por cierto, pues debe reconocerse la amistad de muchos escritores que permanecieron en Chile y nos brindaron su apoyo- era de alguna manera un lastre desagradable. Poli contribuyó a alivianar aquella carga, proporcionándonos apertura, simpatía, camaradería y conocimiento con total profusión. Aquello fue un impulso notable para asumir nuevos desafíos en el terreno de la escritura, así como también en el ámbito del compromiso con la sociedad.
Iniciada en los años 90 la reconstrucción de la democracia –lento y dificultoso proceso da la impresión de no haber alcanzado jamás su meta- los cantos de sirena del mercado y el individualismo no lograron tener efecto en la reciedumbre humana de Poli Délano. Hacia fines de los noventa expresó muchas veces la necesidad de que los escritores se agruparan en solidaridad para trabajar por la difusión de la literatura y la promoción de la lectura, es decir, para trabajar por los demás. De aquellas sugerencias visionarias surgió la decisión de crear Letras de Chile.
Notable humanidad en la obra literaria, trascendente humanidad en la vida cotidiana. Una ecuación simétrica, extraordinaria y perfecta que llevó a conferirle la Distinción Letras de Chile en 2009 al querido Poli Délano, por su trayectoria y aporte incondicional a la literatura chilena.
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