Un homenaje que conmueve. Se trata del imaginario del escritor y periodista Federico Gana Johnson y su madre que se apuesta como miles de mujeres a marchar e ir a la plaza dignidad más cercana. Como lo ha hecho y lo hace todos los días.
Si mi madre estuviera en este lado del mundo, hoy 8 de marzo andaría volando por las calles, enarbolando lo que estuviera en sus manos bellas, laboriosas, de uñas poderosas. Llevaría una bandera y la olla en la que nos cocinaba lentejas mientras leía a Maupassant. Sabía que un cuento corto de su amado Guy vibraba lo que duraba la olla en reventar sus aromas cautivantes.
Si doña Perla estuviera, se levantaría este 8 de marzo temprano para correr (porque trotaba en las mañanas) a buscar a su comadre Elba remolona, para que juntas se acercaran donde las demás en la plaza que correspondía a entonces. Y caminarían rápido, porque no hay que atrasarse, seremos miles este mediodía, comadre. Créeme.
Si mi madre estuviera, la seguirían sus alumnas del liceo 7 de Niñas de Providencia, entre atónitas y esperanzadas por las veredas desbordadas, aglutinándose en muchedumbre de faldas, de corazones enamorados, de niñas soñadoras, de jóvenes y señoras que clamaban, como ahora claman, lo que ahora se llama Justicia. Estarían sumadas como están a las demás mujeres de Chile, que tanto nos enseñan a los hombres mostrándonos que dos más dos son más de mil.
Si doña Perla Johnson de Gana estuviera, antes de salir habría pasado por el correo para responderme la última carta, que demoraba quince días en atravesar los océanos. Me decía que estaba todo bien, era siempre la misma noticia, todos bien. Hasta que meses después, una carta de ella acusaba:
“Yo ahora estoy mucho mejor”.
Entonces, yo allá lejos me reía de tenerte como madre, doña Perla, tú tranquilizando siempre a tu hijo que andaba en otros mundos. Otros mundos lejos de esta tierra donde hoy día te conmemoran a ti y a todas, doña Perla, porque es tu día de todas y te acompañaré a las calles que despertaron. Tú abrazada a tu comadre encordada con colegas profesoras, tus amigas y tus vecinas, en la ronda perfecta de las mujeres que no necesitan quien las defienda, sino amarlas como siempre y abrazarte, doña Perla mamá, porque este 8 de marzo, como todos los días de la vida, estarás conmigo y marcharás exigiendo felicidad con tu grito de justicia, cuidando y vigilando a Chile.
Como si todo el país fuera tu hijo y quieras darle una vida buena.
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