Nadie queda indiferente con los relatos del escritor Francisco Zañartu. Sus historias tienen la candidez de la infancia y las sombras de la realidad. Sus personajes viajan en el microbús 340.
La 340  
 
Cuando Christopher Huenquilao terminó de morir, los pasajeros de la 340 bajaron del microbús y, acercándose al cuerpo del malogrado niño, recuperaron las monedas que minutos antes le habían dado mientras cantaba: “ser tercero es perder/ ser segundo no es igual/ que llegar en un primer lugar”.
 
Cuento Infantil
–           Hola. ¿Saben quién soy?  ¿No? No les puedo decir mi nombre, si mi papi sabe que estoy hablando con extraños me va a castigar. Él es muy rabioso. Cuando se enoja nos pega a todos en la casa.
–           Mi papá trabaja vendiendo pinturas y viaja mucho. A mí me gusta cuando sale fuera de Santiago porque a la vuelta siempre nos trae regalos. Los mejores regalos son para la Carla, pero a mí no me importa porque no soy envidioso. La Carla es mi hermana menor. Ella tiene dos y yo cuatro. Cuando mi papi no está, me voy calladito a la pieza de mi mamá y me escondo detrás del mueble.
–           A mí me gusta jugar a la escondida.  A veces me pillan y me castigan, pero no me importa.  El otro día me pillaron mirando a la Tina que se estaba cambiando ropa y me dejaron tres semanas sin ver tele.
–           La Tina es mi nana.  Es bien gorda. Ella nació en un pueblo que se llama Lontué que queda en el campo. La gente del campo come mucho.
–           Hace como dos meses me escondí en el mueble que hay en la pieza de mi mami. Ella creyó que estábamos durmiendo y se levantó calladita a buscar al señor del departamento 105. Estuvieron toda la noche dándose besos, piluchitos. Los dos se movían igual que las parejas de la tele. Lo pasé súper bien. A mí me gusta que mi mamá lo pasé bien, porque mi papá es muy enojón y lo único que hace es retarla.  Se notaba que ella estaba contenta, lo único que hacía era cantar. Yo casi le digo que la había visto, pero después me acordé que me iban a dejar sin tele, así que me quedé calladito.
–           Por favor, no le vayan a decir a mi papá, porque si sabe se va a enojar y cuando le da la rabia nos pega a todos.
–           A mí me gusta esconderme. Aunque a veces veo cosas que no me gustan. Me dan susto.
–           Anoche, cuando ya se había acabado la tele, mi mami fue a buscar de nuevo al señor del departamento 105 que estaba enojado. Más enojado que mi papá. Venía con una señora gorda, más gorda que la Tina y parece trabajaba en un hospital, porque tenía esos delantales blancos que usa la señora que me pone las inyecciones. Me dio mucha pena. Yo no sabía que mi mami estaba enferma y parece que tenía algo grave, porque la guatona abrió un tremendo maletín, le puso una inyección cerca del potito, le sacó los calzones y le metió unas cosas raras para adentro.  Se parecían a las herramientas que usa mi papá para arreglar el auto. Quise salir a defenderla, pero no me atreví. Después de un rato la vieja guatona le sacó de adentro una cuestión roja, llena de sangre, se la pasó al Señor del 105, que la metió a una bolsa de basura y salieron de la casa.
–           Hoy mi mami no se quiso levantar y cuando le fui a dar un beso antes de irme al colegio  se puso a llorar y me dijo que se iba a quedar en cama todo el día. 
–           Mi mamita linda está enferma, y toda la culpa es de la vieja guatona, que se cree enfermera. Cuando sea grande, la voy a buscar y le voy a pegar bien fuerte.  Eso sí que no le vayan a contar a mi papá, porque si se enoja  nos pega a todos.
–    Ahora me voy a dormir porque tengo pena. No me gusta que mi mami esté enferma.
Cuando Christopher Huenquilao terminó de morir, los pasajeros de la 340 bajaron del microbús y, acercándose al cuerpo del malogrado niño, recuperaron las monedas que minutos antes le habían dado mientras cantaba: “ser tercero es perder/ ser segundo no es igual/ que llegar en un primer lugar”.