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La autora de este artículo es una destacada escritora. Postuló de manera infructuosa a la Convención Constituyente. Su testimonio respecto a este desafío y su enfoque en relación al futuro del proceso de cambio constitucional ha quedado reflejado en un artículo publicado recientemente en la revista Guión Bajo, el cual se reproduce íntegramente a continuación. Sin duda, su contenido y profundidad resultan de interés para cualquier persona comprometida en la construcción del Chile que viene.
Texto original disponible en https://guionbajorevista.com/voces/voces-23-05-21-sdf/
 

Aunque no estoy entre los ciudadanos que redactarán el nuevo Pacto Social, debo decir que amanecí llena de esperanzas, más aún que durante los meses de campaña porque los resultados son expresivos. Una vez más, la realidad se toma el escenario dejando fuera especulaciones, encuestas, interpretaciones y nos ofrece un camino iluminado, tal vez las anchas alamedas prometidas.
 
Por suerte soy poeta: “el poema es el lugar donde el poeta está en conflicto con su instrumento. Consciente de lo que no puede hacer, consciente del fracaso que le espera”, es decir, uno siempre está preparado para perder, aunque – en rigor -no es el caso. Pienso en las 4.790 personas que confiaron en que yo los representaría; pienso en las palabras /conversaciones / sueños compartidos y siento que en sí mismo, el ejercicio ha valido mucho más que la pena. Pienso en que me mantuve al margen de descalificaciones y mal trato verbal, en no haber contribuido a “emporcar el ambiente” para copiar una frase que usan los mejicanos. Agradezco profundamente a cada persona que escuchó, dijo, pensó, ofreció. A los que no me conocen tanto e hicieron un acto de confianza (eso es votar). Por lo enorme del distrito, ni siquiera pude llegar a algunos lugares, pero igual tuve votos allí, me emociona y compromete. Será mi palabra poética, mis columnas de opinión, mi papel como escritora lo que les ofrezco para seguir dando cuenta de quiénes somos y cómo queremos ser considerados / leídos / entendidos para vernos más allá de los esquemas, de los estereotipos. Intenté buscar palabras que nos hicieran mejores y no profundizar la quebrada confianza en los demás, en el camino conocí personas idealistas, generosos, inteligentes que militan en partidos políticos y no son los despreciables monstruos que el lenguaje heredado de la dictadura y las acciones de algunas elites han fijado en la expresión popular. No son todos malvados, así como no todos los que no militan son seres angélicos ni en las asambleas sociales hay sólo nobleza y elevación de espíritu. A veces parecemos enfrentarnos a un mundo de caricaturas, todo simplificado, sin matices.
 
Ahora tenemos un arco de representantes en la Convención Constituyente y una renovación en cargos municipales que nos hacen sentir alivio pensando en el futuro del país, en el mejoramiento de las vidas de quienes más han sufrido las crueldades del sistema neoliberal. Marguerite Yourcenar pone en boca de su personaje Adriano: “Parte de nuestros males provienen de que hay hombres vergonzosamente ricos o desesperadamente pobres” y ése ha sido el escozor durante las últimas décadas, una picazón que fue creciendo hasta afectar toda la superficie de la piel. Siguiendo con la metáfora, vino el tiempo de cambiarla hasta descubrir la carne / el hueso.
 
No hay mejor propósito que servir a otros, ser útil a la sociedad, sentir que uno hace algo por el Bien Común. Que se las juega.
 
En el diseño del nuevo país, todos somos necesarios, como en la naturaleza, hasta los humildes hongos o los insectos o minúsculos habitantes del suelo forman parte del humus y la variedad que más enriquece el suelo. Nadie sobra, eso tienen que llevarlo claro quienes estarán en la mesa comunitaria de la constituyente y deberán buscar en sí mismos las capacidades para entender al otro, para dialogar sin imponer, para construir sin descalificar. En vista a los últimos acontecimientos estamos muchísimo mejor: por lo menos, sabemos que no tenemos “la peor de las actitudes: la indiferencia y el conformismo” como escribió Agustín Squella.
 
Es una tremenda aventura esto de postular a una representación política: se expone el cuerpo, la mente, lo más privado y personal; se arriesga no sólo la tranquilidad propia, sino la de los cercanos porque la plaza pública no siempre es un espacio de encuentro, a veces se convierte en un resumidero de agresividad y desconfianzas.
 
Pero, siguiendo a Mistral, siento que la pedagogía es también eso: ayudar a elevarse del amor a los intereses propios, al amor por la humanidad. Un largo aprendizaje.
 
En fin, el día después se levanta uno sabiendo que algo se añadió a la vida.