“Ya nos comimos la reineta que compré en la feria, quedan verduras y frutas. Pienso en el párrafo de Pasternak y bien podría ser una versión del pasado de la noche del 18 de octubre del 2019”.

Ayer fui a la feria, fui temprano, no había mucha gente. Me gustan las ferias porque siempre parecen una fiesta. Ahora se venden otras cosas, además de frutas y verduras: ropa, carcazas para teléfonos, juguetes, artículos para mascotas, incluso hay peluquerías. Antes pensaba que se llamaban “ferias libres” porque se hacían al aire libre, pero muchos años después frente a un libro de historia y no frente a un pelotón de fusilamiento, descubrí que se llamaban así porque estaban libres de impuestos, y que ese triunfo había sido en base a las grandes movilizaciones populares de 1918, lideradas por la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional que exigían medidas al gobierno para enfrentar la crisis que se vivía en ese tiempo y que golpeaba como siempre a los pobres. La alimentación era lo básico.  

Ahí estaba yo, iba con un objetivo claro: Comprar una reineta y algunas frutas y verduras, caminaba comparando precios, disfrutando de los colores y del frío de la mañana cuando vi a un tipo que vendía libros. Me acerqué con cautela porque ya he comprado muchos libros que no sé dónde poner ni cuándo leer, pero es difícil erradicar los viejos vicios. En el puesto se ofrecían ediciones piratas de best sellers y, a un costado, tenía una caja de cartón con las ofertas de libros viejos que un sujeto revisaba. Yo pensé – acá voy a encontrar algo ─así que esperé mi turno. Comencé a leer títulos, había libros cristianos, autoayuda de los 80, y algunas rarezas. Separé cuatro ejemplares. Entre ellos “Yo recuerdo” de Boris Pasternak en una edición gastada de la Editorial Andrés Bello (1992, 18.000 ejemplares, ¿quién publica hoy esa cantidad?). Nunca había leído a ese autor y nada sabía de él salvo que escribió “El doctor Zhivago”. Así que ahora estoy leyendo estos recuerdos de una infancia de un niño y un joven acomodado en Rusia pre revolución proveniente de una familia ilustrada.

Unos párrafos de regalo: “Entre los papeles de mi padre se conservaron varios croquis sobre ello: una agitadora hablando desde un balcón, abajo los dragones, que acababan de cargar contra la muchedumbre, le disparan. Ella está herida, pero continúa hablando agarrada a una columna para no caer.

A fines de 1905, Gorki llegó a Moscú víctima de una huelga general. Aquella noche helada, Moscú hundida en las tinieblas, solo estaba alumbrada por incendios. De vez en cuando se oían silbar balas y las patrullas montadas pasaban a todo galope sobre la nieve inmaculada y silenciosa que ningún transeúnte osaba pisar.”

Ya nos comimos la reineta que compré en la feria, quedan verduras y frutas. Pienso en el párrafo de Pasternak y bien podría ser una versión del pasado de la noche del 18 de octubre del 2019. Santiago hundida en las tinieblas, la noche iluminada por los incendios en las estaciones del metro (que todavía nadie sabe quién los hizo), las patrullas de milicos recorriendo la ciudad sitiada.

A Pasternak le concedieron el Premio Nobel en 1958, pero lo tuvo que rechazar por las presiones en la Unión Soviética que lo consideraron un traidor. Esa obra recién fue publicada en la URSS en 1988.