Bandera mapuche (Fuente: radiojgm.uchile.cl)

Dado el alto interés que la Corporación Hoja en Blanco tiene en relación a los pueblos originarios y su relación con el actual proceso constituyente, le ha solicitado el presente aporte al destacado académico José A. Mariman el cual versa sobre plurinacionalidad, representación indígena y a un eventual estatuto de autonomía. Dada su extensión, será publicado en tres días consecutivos siendo éste el primero de ellos. Hoja en Blanco agradece esta colaboración en el convencimiento que servirá para orientar estas trascendentales discusiones.

Publicado en: Valenzuela, E., Simon, J., Mariman, J., Montero, V., y Catalán, G. (2021, enero). Propuestas constitucionales desde el sur. Federalismo, sustentabilidad, plurinacionalidad, paridad y desarrollo rural. Concepción, Chile: Ediciones Ariadna – CREASUR, Universidad de Concepción.

Plurinacionalidad

Hemos vivido, y por tanto nos parece natural, desde el siglo XIX hasta el presente (aunque esto viene abriéndose camino desde el siglo XVII), bajo un paradigma de organización política que se ha dado en llamar el Estado-nación. Esta palabra, compuesta de dos sustantivos, viene a significar que cada Estado debe o debería tener-contener una nación. Así, lo que se conoce como el Estado de Chile se supone o da por hecho que contiene chilenos (El Estado de Bélgica: belgas; el Estado de España: españoles). Y eso es lo que refleja la Constitución de 1980 (y también las anteriores), cuando en el capítulo II, y sus artículos del 10 al 18, habla de la nacionalidad refiriéndose exclusivamente a chilenos. Pero ¿existe solo una nacionalidad en Chile?

Los pueblos indígenas, y en particular los mapuche que por sí solos constituyen el 87% de la población denominada indígena en el país, con un 1.7 millón de personas en cifras redondas (Censo, 2017), ponen en entredicho la asunción de que en Chile hay solo una nación; pues ellos también pueden ser denominados nación (veremos esto con más detalles apenas cierre la idea que estoy tratando, cuando responda la pregunta qué es una nación). En realidad, lo que hace la existencia de pueblos indígenas en el presente, es poner en evidencia que la fantasía de construir Estados con una sola nación solo busca ajustar la realidad humano-social a una ideología estatal de las élites, antes que ajustar las ideas a una realidad humano-social evidente (en Bélgica hay en realidad balones, flamencos, alemanes y en España catalanes, vascos, gallegos, otros). Esto, por lo demás, es una violación fragante de los derechos que tienen los pueblos a vivir una vida en libertad, independencia y soberana. Es lo que se denomina en las ciencias sociales etnocidio (fragrante). Y el etnocidio solo se explica por la apropiación para sí del concepto nación, por parte de la ideología nacionalista estatal de las élites, la cual inculcan a los ciudadanos como una religión a través del sistema educativo, los medios y otras vías.

¿Qué es una nación? Es un sentido bien elemental la nación es el lugar o comunidad humana en que se nace. La palabra misma, de origen latino: natio (que deviene de otra: nasci de origen indoeuropeo), significa nacer. Se nace de una madre y de común al enfrentar en mundo, compuesto de la parentela que espera el retoño, se lo enfrenta en una lengua de bienvenida (de la madre, el padre, abuelos, tío/as, otros parientes). En tiempos en que no había colonización europea en el continente en que vivimos, esas diferencias eran muy claras con una “otra” comunidad humana de lengua, cultura y valores: ingkas, por ejemplo. Para un mapuche nacido en el Llaima, aunque no conociera a otros, nacido en las cercanías del Mapocho, había un sentido de comunidad imaginada en cuanto podía entenderse con él/ella en una lengua, costumbres, creencias y valores comunes. Es decir, había una nación en términos de comunidad humana particular, de lengua, de cultura y de valores específicos compartidos. En un sentido más restringido, político e ideológico-occidental en términos de perspectiva de análisis, la nación indica una comunidad de destino. Esto es, una comunidad que expresa el deseo de vivir junta y bajo las mismas reglas. Esto es, bajo un mismo gobierno. Solo que bajo esa perspectiva sociedades descentralizadas como la mapuche, son medidas con la vara de los colonos para decir que no tenían Estado (no había orden). Cuando se quiere medir a otro con las reglas que tú impones, el resultado está pre asegurado, como cuando haces competir a un pez con un mono por trepar un árbol hasta la cima. Los mapuche tenían su gobierno y sus reglas de convivencia hasta que fueron intervenidos por un Estado colonialista y luego el Estado-(nación) chileno.

Ahora, al conjunto organizado de reglas y expresado en instituciones es a lo que llamamos Estado. Según la definición de algunos -Maugué (1981, Contra el Estado-nación), por ejemplo, Estado no es más que una abstracción jurídica a la medida de los juristas franceses del XVIII-XIX. Y no deja de ser cierta la descripción pues en rigor nadie ha visto a un Estado caminando por la calle. No obstante, también tiene una dimensión real y posible de observar, como cuando un policía apalea a un manifestante, por dar un ejemplo. Con este ejemplo quiero destacar que el Estado se vehiculiza a través de humanos que cumplen funciones que otros humanos les asignaron como empleo en favor del grupo, como un servicio al grupo. Solo que, con los años, siglos, milenios, ese engendro creció como una vestía que terminó devorando a sus creadores. O mejor aún, terminó capturado por algunos que se benefician de él antes que servir a los demás valiéndose de él. Nietzsche dice del Estado:

-Pueblos y rebaños todavía existen en alguna parte. Entre nosotros, hermanos míos, únicamente existen estados. ¿Qué es Estado? ¡Atención! ¡Abrid los oídos! Voy a hablaros de la muerte de los pueblos. De todos los monstruos fríos, el más frío es el estado. Miente fríamente y he aquí la mentira que sale de su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.

¡Mentira! Los que crearon los pueblos y los que suspendieron sobre ellos una fe y un amor fueron creadores. De ese modo servían a la vida. Destructores son los hombres que arman trampas a las multitudes, llamando a eso un estado y suspendiendo por encima de ellos una espada y cien apetitos. Ahí donde exista un pueblo no se comprende al estado, y se lo detesta como al mal de ojo o como una transgresión de las costumbres y de las leyes. Os doy esta señal: cada pueblo tiene su propio lenguaje del bien y del mal; su vecino no lo comprende; se ha inventado este lenguaje para sus costumbres y sus leyes. Pero el Estado miente en todas sus lenguas del bien y del mal; todo lo que dice es mentira miente y todo lo que tiene lo ha robado. Todo en él es falso… (Así hablo Zaratustra, 1969: 50-51)

Y bueno, será como Nietzsche lo pinta, podremos regañar por eso, pero está ahí, entre nosotros, es el Leviathan de Thomas Hobbes (1651), y con el cual nos queda solo convivir de la mejor manera, dado que pretender destruirlo es luchar contra todos los Estados del mundo (un poder increíble).

¿Cuál sería entonces la mejor manera de convivir con él? Pues la que conocemos y con la que abro esta explicación es la peor. Seguir aceptando el paradigma del Estado-nación sin cuestionarlo, pasando por el lado de él o rodeándolo y pretendiendo con eso hacer algo por convivir mejor con los pueblos indígenas, es hacerse cómplice del etnocidio de naciones primarias que existen en cada Estado reconocido en el planeta. Esa propuesta/impuesta opera en la política concreta y en nuestras vidas amoldando nuestros cerebros desde temprano en la cuna. Cuando un profesor de historia, por ejemplo, sin meditar el hecho, le enseña a un niño rapanui aymara o kawaskar el mito fundacional de Chile, esto es, que se desciende de la unión de los vencedores de Flandes y de los nunca derrotados mapuche, y que su lengua es el castellano, le están sembrando en su cabeza algo que contradice todo su acervo cultural, histórico, lingüístico. Eso no puede continuar. Hay otra manera en que los grupos humanos conocidos como naciones pueden convivir, y eso es relacionarse bajo otro paradigma, uno nuevo que hoy por hoy se abre paso en el continente y que busca enterrar en la historia al anterior (cambio que no ocurre de la noche a la mañana sino puede tomar tiempo-generaciones). Esta es una idea más orgánica y cercana a la realidad. La idea de que vivimos en un mundo de naciones. Y que varias naciones pueden coexistir dentro de un mismo espacio político. De que la diversidad no es impedimento para la unidad de acción dentro del Estado. Se trata del paradigma de la plurinacionalidad.

Aceptar que Chile es un lugar de muchas naciones involucra aceptar que el Estado contiene más de una nación. E involucra corregir las asimetrías que existen, a consecuencia de la historia oprobiosa de la colonización. En otras palabras, involucra aceptar que las naciones tienen derechos y el principal de ellos es el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que puede expresarse hoy día, como sabemos por los múltiples ejemplos que existen en el mundo, bajo la forma de autogobierno al interior de los Estados o lo que llamamos autonomías. Y cómo no se gobierna en el aire involucra el reconocimiento de los territorios indígenas en donde ensayar formar de autogobierno y los derechos lingüísticos o a ver la lengua propia en los territorios propios como la lengua oficial para desarrollar las tareas de gobierno, educación y otras. Seria largo enumerar todos los derechos o las competencias que deberían tener los espacios autonómicos o de autogobierno indígena, pero la idea es esa. La plurinacionalidad es un marco comprensivo-inclusivo y reparador de las injusticias que se han cometido en la historia con las naciones primarias. Es una forma de corregir lo que no se ha hecho bien en el pasado. De congeniar sociedades humanas en disputa y convivencia en paz.