Alameda de las Delicias (1900). Autor: Fernando Laroche

“¿Cómo se puede mejorar un país en que cada weon entiende las weas a su pinta? No es con el derecho a voto ni diciéndoles por quién conviene votar. No es haciendo política partidista. Es devolviéndoles el idioma y enseñándoles a utilizarlo.”

El chileno medio es un ser que maneja un solo concepto y dos palabras. El concepto es la wea. Las palabras, la wea y el weon. Se escriben sin acento porque son monosílabos, se expresan en una sola expulsión de voz, lo que condice con el espíritu del chileno, siempre dispuesto a realizar el menor esfuerzo posible para conseguir lo que desea.

                La wea es todo lo que sucede en el planeta, siempre que sea del interés del hablante. Él sabe que también ocurren otras cosas, pero no son de su incumbencia, porque esa es otra wea. Dicho esto acompañado de un manotazo por sobre el hombro, dirigido a ninguna parte específica o a cualquiera que se ubique a su espalda, como un refuerzo al ningún interés que aquellos acontecimientos despiertan.

                El weon es todo ser que respire en el mundo, incluidos el perro y el gato que les son familiares. Puede ser amigo o enemigo, querido u odiado. Da lo mismo. La palabra carece de connotación peyorativa y puede ser utilizada en segunda o tercera persona. Oye weon… dime weon… corresponden a la segunda persona, al tú, con quien conversa el hablante. Ese weon corresponde a la tercera persona, a él, que puede encontrarse presente o ausente del lugar en que se desarrolla el diálogo.

                Con el manejo de ese único concepto y ese par de palabras, el chileno medio tiene resueltos sus problemas de comunicación. No necesita más para hacerse entender ni para entender a los demás.

                -Así no más es, pus weon.

                -Así no más.

                -Ta clara entonces la wea.

                -Más claro echarle agua.

Pero hay ocasiones en que no todo es tan simple.

                -Lo que pasa weon es que vos no entendís como es la wea.

                -No pus weon, soi vos el que no entendís. La wea no es como vos creís.

                -No creai weon. Yo tengo muy claro como es la wea.

Bueno, no siempre se puede estar de acuerdo en todo y con todos.

                El problema surge cuando seres bien intencionados comienzan a imaginar fórmulas para mejorar el nivel del país y la vida de los chilenos. Estos seres no son chilenos medios. Manejan ideas y pretenden que se hagan carne en la vida de los otros. ¿Pero cómo lograrlo con personas cuyo léxico se ha empobrecido hasta la exageración? Porque no se trata solo de que las personas no entiendan lo que leen, aunque sepan juntar las letras, se trata de que tampoco entienden lo que escuchan, ni saben de lo que hablan. Hemos olvidado la importancia del lenguaje, lo hemos tirado a la basura. Y el lenguaje crea mundos, genera ideas, despierta conciencias.

¿Cómo se puede mejorar un país en que cada weon entiende las weas a su pinta? No es con el derecho a voto ni diciéndoles por quién conviene votar. No es haciendo política partidista. Es devolviéndoles el idioma y enseñándoles a utilizarlo. Es entregando una educación de verdad, que comience por el principio. Y como alguien dijo, en el principio existía el verbo. Regresemos al verbo, a la palabra, no en el sentido religioso, sino en el sentido humano, para que consigamos entendernos al fin.