Josefina Muñoz Valenzuela

El gobierno de Salvador Allende tuvo una propuesta de nueva Constitución. En 2013 Sangría Editora publicó parte de dicha propuesta, porque no se conservó íntegra. El 10 de septiembre de 1973 el Gobierno informó que el 11 el hablaría presidente por cadena nacional: uno de los temas era el plebiscito sobre esta posible nueva Constitución… “Que el pueblo por primera vez entienda que no es desde arriba, sino desde las raíces mismas de su propia convicción de donde debe nacer la Carta Fundamental que le dará su existencia como pueblo digno, independiente y soberano”. Estas líneas son la presentación de Allende de este proyecto de Carta Magna.

Al día siguiente se desencadenó el golpe y sufrimos 17 años de dictadura cívico militar. A 12 días del golpe se inició la elaboración de la Constitución del 81 que nos rige hasta hoy, a cargo de una comisión de confianza de la Junta, presidida por Enrique Ortúzar Escobar e integrada por Jaime Guzmán Errázuriz, Sergio Diez, Jorge Ovalle, Alicia Romo y otros. En 1978 entregaron un anteproyecto constitucional a Pinochet; se constituyó el Consejo de Estado integrado por civiles y militares. El 8 de julio de 1980 el Consejo entregó su proyecto a la Junta, que formó un nuevo equipo, incluida ella misma.

El 11 de septiembre de 1980, en ausencia de registros electorales, se realizó un plebiscito en locales sin casetas para resguardar el secreto de la votación, lo que producía inseguridad y miedo, porque ya era sospechoso que alguien no quisiera votar a la vista de todo el mundo, en especial de uniformados que pululaban en todos los locales. Resultado: un 65,71% de los votantes se manifestó a favor.

Este grupo tan cuidadosamente elegido y tan eficiente, se aseguró que hubiera candados irrompibles, como los quórums desmesuradamente altos para impedir los cambios. Los derechos se cambiaron por libertades, pero pagadas, lo que condicionó hasta hoy día la educación, la salud, el acceso a vivienda, trabajo, seguridad social… a los ingresos económicos personales.

En el segundo gobierno de Michelle Bachelet el proyecto de nueva Constitución fue uno de los tres grandes compromisos de la campaña de la Nueva Mayoría, junto a las reformas educacional y tributaria. Entre abril y agosto de 2016 se realizaron encuentros autoconvocados de grupos afines, y otros pertenecientes a sindicatos, universidades y diversas agrupaciones. Participé en dichos encuentros y fue una experiencia inolvidable, enriquecedora, esperanzadora, con la fuerza de un encuentro en tanto ciudadanos, personas que tienen tanto que decir sobre lo que anhelan para sí y para sus habitantes.

Cuando el 5 de marzo de 2018, a pocos días del fin de la presidencia, Michelle Bachelet anunció por cadena nacional el envío del proyecto de nueva Constitución, lo que se concretó al día siguiente. En la radio de la Universidad de Chile, Jaime Bassa, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Valparaíso, dijo: “La clase política no quiere una nueva constitución (…); nueva constitución es tener una nueva estructura para las relaciones de poder político en la sociedad. Es algo que impacta no solamente en las normas jurídicas, es algo que impacta en las relaciones de poder en la sociedad”. El texto enviado al Congreso para su discusión no logró el apoyo de las elites políticas, entre otras razones, por las claras diferencias ideológicas.

Necesitamos una nueva Constitución, porque la que nos rige es totalmente ilegítima, a pesar de algunos cambios realizados. Hay temas centrales en la vida de cada ser humano, porque todos compartimos similares necesidades. Y esos temas son derechos, no solo servicios que pueden pagarse cuando determinados ingresos lo permiten con creces. El Estado debe dar respuesta oportuna y justa a los derechos de cada ser humano, en tanto Estado de Bienestar y no Subsidiario.

El Estado que necesitamos debe ser capaz de garantizar a cada persona un trato igualitario en temas vitales como educación, salud, trabajo, vivienda, seguridad social resguardando la paridad de géneros y dando presencia social y política a nuestras etnias originarias. La subsidiariedad lo restringe a poner parches insuficientes y la desigualdad se traduce en la extrema segregación que invisibiliza al 90% de la población de distintas maneras, y de maneras extremas a más del 50% de la población que “vive” con menos de $500.000 mensuales y mucho menos, en el caso de los jubilados.

Un estudio de la CEPAL sobre desigualdad señala que el 1% más rico de Chile concentra el 22,6% de los ingresos y riquezas del país. Estudios de la OCDE señalan que Chile es uno de los que exhibe mayor concentración de la riqueza al interior de dicha organización; también, el segundo país con la mayor brecha de ingreso entre el 10% más rico y el 10% más pobre. Eso ha generado una situación de extrema e intolerable desigualdad. El modelo neoliberal impuesto desde la dictadura encontró un apoyo fundamental en la ilegítima Constitución del 81.

Si tuviera que nombrar hitos históricos inolvidables, por muy diferentes razones, el primero es la elección presidencial del 70 y la elección de Salvador Allende; luego, el golpe y la dictadura de casi dos décadas; el regreso a la democracia, que fue licuándose y generando desesperanza por la imposición del modelo neoliberal; y, de pronto, encontrarme votando para elegir un convencional que integraría el grupo de 155 personas encargadas de elaborar la nueva Constitución, proceso inédito, al menos, en Chile.

Este acontecimiento nos muestra el mejor camino a seguir: conversar para acordar pensamientos y proyectos comunes, aprender que rara vez es posible que nuestros anhelos se cumplan de manera global, porque somos parecidos y diversos a la vez. Y siendo así, este grupo de convencionales extraordinariamente diferentes en ideas políticas, formación, género, etnias, valores, edad… nos mostraron que son ciudadanos -como nosotros- que tienen tanto derecho a decir cómo es el país en el que quieren vivir y convivir como seres humanos de pleno derecho.

Por eso, por los dolores y las alegrías de estos más de 50 años recordados, votaré APRUEBO: “la vida es esperanza”.