El discurso de Radomiro Tomic del 30 de octubre de 1969 se realizó en el teatro Caupolicán. Está dirigido a las mujeres y hombres de Chile, al pueblo de Chile, a sus camaradas y amigos. Recuerda al inicio que su Partido había aprobado por unanimidad las bases del programa de un segundo gobierno de la Democracia Cristiana y su nombre como candidato para las elecciones presidenciales de 1970. De ese discurso elegimos algunos párrafos que nos parecen especialmente significativos y nos permiten recordar el pensamiento del gran político que fue y su sorprendente vigencia hoy.

“Aquí estamos, para hacer saber nuestro pensamiento. No digo “Aquí estoy yo…” Digo: “Aquí estamos, ustedes y yo. ‘Nosotros’. Y junto a nosotros, de Arica a Magallanes, más de un millón de chilenas y chilenos.

Chilenas y Chilenos: ¿Qué se propone esta candidatura? ¿Cómo vemos la realidad de Chile, según las “Bases programáticas”? ¿Contra qué y contra quiénes estamos? ¿A favor de qué y de quiénes estamos?

No eludiremos nada, porque en las horas de crisis profunda ninguna nación puede salvarse si no se apoya en el pueblo y en la verdad. En mi opinión, Chile enfrenta una crisis profunda, de desarrollo gradual, pero tal vez la más grave que la nación conozca desde la guerra civil de 1891. Las causas vienen de lejos y los síntomas se multiplican y se tornan más y más amenazantes. La insubordinación transitoria y condenada por la opinión pública de algunos jefes militares en el ‘Tacna’, el insólito manifiesto de Jueces y Ministros de Cortes, el plazo conminatorio de la ANEF para una huelga nacional indefinida de empleados públicos, para citar solamente los grandes titulares de la última semana, ni son las primeras demostraciones ni serán las últimas de que hay algo que ya no funciona más en la estructura fundamental del Estado, la sociedad y la economía.

Ese ‘algo’ tiene un nombre. Es el sistema capitalista y neo-capitalista de organización de la economía chilena y son las instituciones políticas, jurídicas y sociales que dan expresión y sustentación al capitalismo en nuestra patria. (…) Cuando otros echaban las bases de ‘su’ Capitalismo, nosotros dormitábamos por desgracia bajo un sistema oligárquico y semi-feudal. Así enajenamos el salitre en el siglo pasado y el cobre a comienzos de este siglo, y algo más tarde el hierro, el transporte internacional, y la energía. Así nuestras ‘clases dirigentes’ prefirieron mantener a nuestro pueblo en la ignorancia, según pueden ustedes leer en el “Mercurio” de anteayer que reproduce el siguiente comentario editorial de “El Mercurio” del 27 de Octubre de 1919: “La instrucción que se da en las escuelas al niño campesino, sólo significa alejar a sus hijos de las labores del campo”. ¿Qué tal?

Ahora es irremediablemente tarde para toda ilusión de sacar a Chile del subdesarrollo, tratando de conciliar la democracia y el capitalismo. En este país, son inconciliables. La fórmula subdesarrollo- capitalismo- libertad es en Chile una bomba explosiva, con espoleta retardada, pero absolutamente inmanejable. Debemos convencernos todos, de una vez por todas, de que es así.

Otros pueden abusar de sus propios fines mezquinos y partidistas, del manifiesto de los jueces o de la insólita ocupación del ‘Tacna’. Pero nosotros no debemos limitarnos al juicio condenatorio, sino ponderar al mismo tiempo la frustración casi angustiosa que probablemente indujo a algunas de estas actitudes.

Los simples de espíritu o los malvados podrán culpar al gobierno de indiferencia o desidia en la satisfacción a las demandas por mejores remuneraciones para la ANEF, para la Judicatura, para las Fuerzas Armadas. ¿Es así? Escucha chileno: De cada cien familias de tu patria, 30 tienen que vivir con MENOS de un sueldo vital; 32 familias, con uno a dos sueldos vitales; y 18 familias con dos a tres sueldos vitales. Es el dato que consigna la Dirección de Estadística-Encuesta Nac. sobre Ingresos Familiares – Marzo – Junio 1968 (-pág. 15). Es decir, de cada cien familias chilenas, ochenta tienen que vivir con menos de tres sueldos vitales al mes; y sólo dos familias de cada cien, tienen un ingreso superior a los 10 sueldos vitales. ¿A quién quitar para dar a quién? ¿Es suficiente con la distribución de la pobreza y de la angustia? [NOTA: En 1969 el sueldo vital era de E°430.31, equivalente a US$28,7 mensuales]

(…) Entonces la Derecha plantea: “Que se reduzcan los programas sociales. Que si el país no tiene cómo financiar la reforma agraria, o los programas de educación, salud y viviendas, debe reconocerlo en consecuencia”.

(…) Pero ¿por qué, caballeros de la derecha, por qué vamos a comenzar por reducir los programas sociales y no las subvenciones de dinero fiscal y la generosidad del crédito público a favor de lo que luego ustedes llaman “Empresa privada”?

(…) ¿Para qué continuar engañándonos? La verdad es que para que la gran empresa capitalista adquiera en Chile un nivel de complejidad y desarrollo, es necesario hacerla vivir al amparo de la autoridad del Estado y del dinero fiscal. Es decir, a expensas de los demás chilenos que son los que en último análisis financian los mercados reservados, los precios de sustentación, las rebajas tributarias, las exenciones arancelarias, los incentivos y estímulos y los fondos y avales del gobierno, de la Corfo, del Banco del Estado, etc., etc. Son ventajas que alcanzan a un reducido número de empresas de gran tamaño en desmedro, no sólo del chileno común, sino de millares de industriales y comerciantes pequeños y medianos que se esfuerzan -ellos sí- con su trabajo personal y manejando capital propio, pero que no siempre perciben que sus intereses no solo son distintos, sino contrarios a los de las empresas neo-capitalistas.

Si las víctimas no fuesen Chile y los millones de chilenos, podríamos analizar con desapego científico el proceso creciente de desintegración moral, psicológica, institucional y económica que ha ido engendrando la vana tentativa de hacer funcionar las estructuras capitalistas y neo-capitalistas en un país como Chile.

Pues bien, nosotros no estamos dispuestos ni a engañarnos ni a engañar a nadie. El programa que nosotros ofrecemos al pueblo chileno recoge a pleno pecho el desafío y la necesidad de sustituir cuanto antes el capitalismo en Chile y a sus estructuras de poder, sin sacrificar los derechos de las personas y los valores esenciales de la democracia.

Repetiré aquí lo esencial de lo que dije en la Junta Nacional.

¿De qué se trata? De construir un nuevo orden social, dinámico y estable basado en nuevas instituciones jurídicas y económicas que no estén al servicio de las minorías sino de la nación; que haga del Trabajo y no del Capital el centro motor del esfuerzo productivo; que, aprovechando a fondo la voluntad de progreso del chileno y las riquezas innumerables de nuestro territorio, nos permita desarrollar a corto plazo y con nuestro propio esfuerzo, una economía libre y próspera (…)

Pero nos preocupa mucho, nos preocupa fundamentalmente, la unidad del pueblo para dar gobierno a Chile, para poder resolver los problemas fundamentales de la Nación, que no podrán ser resueltos si no hay una incorporación efectiva de los trabajadores organizados al poder político, al poder social, al poder cultural y al poder económico,

Sin la efectiva unión del pueblo ningún gobierno podría hacer la revolución y preservar la democracia en Chile en el próximo período presidencial. (…)

Desde 1970 en adelante el dilema se abrirá quemante y claro. Como en 1810, como en 1931, como en 1879, como en 1891, no me tiembla la voz para decirlo: o la Revolución democrática y popular dando forma a un inmenso esfuerzo de participación del pueblo, de trabajo, de disciplina y producción transformando a Chile y abriéndole otro horizonte histórico y otro destino, o el colapso institucional que muy probablemente, como en 1891, dividiría a los chilenos hondamente contra sí mismos y truncaría, quién sabe por cuánto tiempo, la posibilidad de una auténtica revolución destinada a hacer de Chile un pueblo unido, libre, estable y próspero”.

De Archivo Digital del expresidente Patricio Aylwin, APA 0-764.pdf