por Francisco J. Zañartu G.

Una cuestión de imágenes

A diario, mientras caminamos por alguna calle de Santiago, Arica o Puerto Octay, oímos decir que una imagen vale más que mil palabras. La cantidad de veces que escuchamos esa afirmación la transforma en un lugar común, tan común como decir que vivimos en el siglo de las comunicaciones. Ambas aseveraciones son avaladas, teóricamente, por un octogenario profesor de Estética, quien asegura que toda época tiene un conocimiento y que, actualmente, vivimos en el período de la semiótica (saber que estudia los diferentes sistemas de signos que permiten la comunicación entre individuos, sus modos de producción, de funcionamiento y de recepción).

Todo tiempo convive con sus imágenes. Cada época tiene su iconografía.

En Chile, los mayores de 50 hemos debido convivir con dos versiones del himno nacional. La dictadura nos obligó durante años a cantar la estrofa de los valientes soldados, dicha obligación fue suprimida por el gobierno de Aylwin, quien aseguraba, que no podíamos tener un himno que nos dividiera.

El himno es el mismo, lo que cambia es su representación. Su lectura.

A menudo el disco duro se nos llena de significados y significantes.

9 de abril del 2003, los estadounidenses entran a Bagdad y, ayudados por un centenar de iraquíes, derriban la estatua de Sadam Husein, simbolizando la caída del régimen. Un año después, las protestas en Kiev, hacen que manifestantes antigubernamentales ucranianos derriben la estatua del líder revolucionario ruso, Vladimir Lenin, representando su alejamiento, definitivo, de la URSS. (Al poco tiempo un grupo de jóvenes idealistas representados por Longueira, Dittborn, Chadwick y Lavín regalan esa foto enmarcada a Pinochet).

El lenguaje de las estatuas

La ciudad es un texto y como tal nos llama a leerla.

En el relato urbano las estatuas se transforman en un referente, un signo. ¿Quién no se ha juntado en el pilucho del Estadio Nacional o frente a la estatua de Bello en la casa central de la Universidad de Chile?

Chile tiene su propia estatuaria. La historia está llena de monumentos que se colocan y descolocan. En febrero de 2010 Chile llora al Padre Renato Poblete y gente tan distinta como Michelle Bachelet, Don Francisco, Sebastián Piñera o Iván Zamorano, concluyen que el Parque de la Solidaridad debe tener el nombre de dicho sacerdote y se debe construir una estatua que catapulte su rango de prócer. Algo similar ocurre con la estatua a J. T. Merino frente al Museo Naval, en la V Región, a quien se le reconoce por ser el oficial con mayor cantidad de años a cargo de la Armada.

Ambos monumentos implican, como diría el octogenario profesor, “valores icónicamente representados”.

Al cabo de unos años se descubre que el solidario sacerdote era abusador y, aunque todos declaran que no lo sabían – otro lugar común – se derriba la estatua y rebautiza el Parque; por otra parte, comienza una campaña ciudadana que recuerda que el irónico almirante trataba a sus opositores de humanoides y había transformado el buque escuela en centro de torturas.

El Padre Hurtado 2.0 y Arturo Prat siglo XX, caen en desgracia y sus estatuas son arrancadas de la vía pública.

Nuevas lecturas e históricos signos

La historia avanza y seguimos releyendo nuestros íconos. En Santiago la Avenida 11 de septiembre vuelve a ser Nueva Providencia, se crea la calle Mario Kreutzberguer y, en la comuna de Independencia, la calle Santos Dumont pasa a llamarse Carlos Lorca T. en recuerdo del médico socialista detenido desaparecido.

El octogenario profesor comenta que todo lenguaje es móvil e indica que hoy decirle “huevón” a alguien no tiene la misma connotación que hace 50 años.

Con el pasar del tiempo, quedan pocos símbolos y la bandera se transforma en un signo permanentemente leída y releída. En los años 60 y 70 se hace presente en las tomas de terrenos de pobladores que reclamaban un lugar digno para vivir y, por esos años, la vemos en los asentamientos de la Reforma Agraria. Eduardo Frei Montalva la ocupa en su campaña presidencial. (chilena tú eres mujer/chilena tú eres bandera/chilena tú estás con Frei/igual que la patria entera).

Este icónico y representativo símbolo que, según se nos ha dicho, fue elegida como las más bella en un certamen internacional, ha estado presente en nuestros momentos más importantes. Cómo no recordar la foto del terremoto del 27 de febrero con un joven damnificado mostrando una bandera igualmente lastimada. El Chino Ríos la enarbola cuando obtiene el Top one y Chile emocionado la iza cuando ve al niño de Tocopilla ganando la Copa América.

La lectura del estallido

El estallido social nos muestra una gran concentración en la que miles de chilenos, cubiertos con una bandera señalando que Chile despertó. Sin embargo, al cabo de semanas esta debe ceder su lugar a la bandera mapuche y a una relectura de nuestra historia que la muestra completamente negra.

Se acerca el plebiscito de salida y en Valparaíso la agrupación «Las Indetectables», integrada por travestis, finaliza su show con un acto de connotación sexual con la bandera chilena. Muchos se preguntan si tenían derecho a hacerlo y la respuesta divide a los chilenos. Algunos la sienten como una violación a la madre y otro lo ven como una performance que lograba su objetivo: “armar polémica».

Decir que cada uno lee los signos patrios como desea es otro lugar común, sobre todo cuando el resultado del plebiscito ya se conoce y nunca sabremos cuánto influyó en este, la puesta en escena de esta desconocida agrupación.

  • Informaciones muestran que en la venta de bandera predieciocheras han desaparecido las banderas mapuches.