Una amiga me expresa desde Francia su tristeza por los sucesos ocurridos en Italia: un gobierno de ultraderecha asumirá allí. “A dónde llegaremos”, dice con mucho desconsuelo. Le contesto: el mundo vive una crisis y Europa está en el centro de ella.

Sería necesario volver al equilibrio del que gozó Europa en los últimos 75 años (con excepción de la guerra de agresión de la OTAN contra los ex estados de la antigua Yugoslavia). 75 años de cooperación y comercio, un período de gran prosperidad y de paz.

Óscar Lafontaine, político de izquierda muy prestigioso en Alemania, dijo hace pocos días que, para vencer la crisis, los alemanes, primero que todo, debieran soltar los lazos de subordinación que mantienen con los EE.UU., porque la crisis en el mundo parte de este país, aliado de Alemania desde la segunda guerra mundial, y que quiere mantener su poder a toda costa, cueste lo que cueste.

Fue en Estados Unidos que, hace mucho tiempo se planificó, como en un juego de ajedrez, que Ucrania sería la punta de lanza para lograr la destrucción de Rusia.

Vuelvo a Italia y comienzo a recordar la 2GM, la masiva y valiente lucha de los partisanos italianos, miembros del PCI prohibido, contra el fascismo alemán e italiano.

En los años siguientes a la guerra, los comunistas han sido por mucho tiempo, el partido con más militantes, 1,8 millones. En la primera elección democrática después de terminar la guerra, el PCI sacó 18,9 %. Posteriormente, el PCI decidió apoyar la integración de Italia a Occidente, lo que se llamó “el compromiso histórico” y en 1976 el PCI sacó una votación del 34,4 %. Luego vinieron los años en que el PCI creó el término eurocentrismo, años que marcaron la creciente socialdemocratización de este partido. En 1991 decidieron cambiar el nombre del partido a “Democrático de Izquierda”. Poco después se unieron a la Internacional Socialista y, posteriormente, formaron el Partido Socialdemócrata de Europa.

En este escenario, quedaron pequeños grupos comunistas sin influencia, por un lado, y otro grupo de tinte socialdemócrata que, de tanto fusionarse con otras fuerzas y cambiarse de nombre, finalmente, no quedó nada del partido de masas que representaba a los trabajadores, y que ofreció un marco de acción a millones de personas.

Hoy vemos a una Italia a la deriva, a merced de grupos políticos populistas y demagógicos que no son garante de paz, ni bienestar. Cualquier desenlace es posible.

A la luz de estos hechos, podemos entender que la existencia de partidos enraizados en el pueblo, con su historia y trayectoria que garanticen coherencia, son una condición fundamental para la sana sobrevivencia de la democracia.

Visto así, me parece que la incapacidad del PCI de mantener su identidad y ser un baluarte para los desposeídos, -que los hay y los habrá mientras no superemos la condición de explotación del hombre por el hombre-, ¡terminó en un suicidio!

Borgis Lohan