Por Omar López

“…Los demás también mueren
como tú, gota a gota,
hasta que el mar se llena.

¿Has pensado en el aire
que ese mar desaloja?

Tú y yo somos dos tablas
que alguien cortó en el bosque
a un árbol milenario.

Pero ¿quién plantó ese árbol
para que de él saliéramos
y en él nos encerráramos? …”

(El sol es la única semilla)
(Fragmento)

Gonzalo Rojas, poeta, enorme poeta chileno tan nuestro y tan niño hasta su último latido a los 94 años, publicó en 1964 su segundo libro de poemas titulado, “Contra la muerte” que incluye los versos aquí presentados. Un título por lo demás, desafiante, convincente y que irradia un amor no solo a la vida; también lo hace describiendo nuestra precariedad existencial y que somos parte de una naturaleza que maltratamos desde nuestra ignorancia o indiferencia.

Chile por estos días se quema sin tregua: y nos provoca una profunda tristeza todas las desgracias y las insospechadas consecuencias que esta catástrofe proyectará por muchos años. Aquí no se trata de justificar torpes y criminales intenciones o acusar la sobreexplotación de recursos naturales que las grandes empresas forestales han realizado impunemente, sin establecer códigos de respeto y convivencia con el entorno animal y la población rural. El tema es aún mucho más dramático, si consideramos el cambio climático, la manipulación de los criterios mercantilistas para no estimular o preservar las especies nativas de árboles y flora que originalmente era fuente y nido de un mundo silvestre rico en fauna y mundos diminutos (insectos, musgo, lombrices, etc. ).

Los árboles no pueden escapar. Desde sus raíces a sus copas son devorados por lenguas hambrientas de cenizas y demolición de sombras. Las madrigueras de conejos, lagartijas, arañitas, culebritas o tal vez, zorros o cualquier manifestación de vida, desaparece. Sin contar otros animales típicos de la zona, vacunos, caballos o perros que también fueron presa de este infierno ambulante. Así como esta tragedia ha dejado a familias enteras sin techo, con todo el dolor y la incertidumbre de superar el miedo; así también los pájaros perdieron sus nidos, sus polluelos, su mundo y ahora, también es peligroso el vuelo. Es decir, una tierra arrasada es una herida abierta. Y esas piedras ahora desnudas y ennegrecidas como agujeros negros, será una herencia inmerecida de miseria, desolación, desasosiego.

“Tú y yo somos dos tablas/ que alguien cortó/ en el bosque milenario…” dijo el poeta, con esa lucidez que los grandes maestros ejercitan sin brújula de ego. Él, habla del árbol de la vida y del respeto que debiéramos tener por ella como gesto agradecido de pasar por este mundo, por este tiempo. También otro gran sabio, Humberto Maturana, escribió junto a Ximena Dávila, “El árbol del vivir” y ahí, nos explican cómo trabajar nuestras bondades, nuestra sensibilidad y nuestro compromiso con el universo cotidiano de la convivencia y el respeto mutuo y con toda aquella manifestación vital que vibra desde el vuelo de una mariposa hasta la danza de millones de seres luminosos, en la profundidad del mar. Entonces… que un árbol muera asesinado por el hombre es anticipar su propio fin, como especie, como ciudadano mal educado o envilecido por una sensación de dominio perverso.

Por ahora, superar la emergencia y las necesidades inmediatas vía solidaridad, ayuda estatal o privada es lo usual y se reflejan gestos nobles, anónimos héroes y lamentablemente, víctimas fatales o heridos. Pero también, actitudes mezquinas tipo “playa privada” cuando un individuo niega el agua de su piscina estando a minutos de un zona atacada por el fuego. Es posible que esta persona en el lenguaje poético de Gonzalo Rojas sea una tabla cortada de un árbol milenario, pero debe ser un árbol de piedra, tan oscura como el polvo calcinado y muerto que hoy invade los caminos.

Y el viento, ese cómplice involuntario y oportunista; ese invitado que abre con un golpe de mano túneles y remolinos de muerte no tiene la culpa. Lleva millones de años trasladando nubes entre su convicción de libertad y nuestro eterno juego de la suerte.

Puente Alto, febrero 09 de 2023