Miguel Lawner, Crónica N° 15
Con colaboración del arquitecto Raúl Bulnes

La recuperación del Parque Cousiño, fue otra de las realizaciones notables del gobierno de Allende, ya que el recinto permanecía abandonado, sin riego durante 30 años, convertido en guarida de vagos y delincuentes.

El terreno fue donado al fisco por el magnate del carbón Luis Cousiño en 1841 y era conocido como «Campo de Marte», ya que allí se efectuaba la Parada Miliar durante el mes de septiembre. De esta época datan también las ramadas que se instalaban a un costado de las milicias, congregando una gran muchedumbre.[1]

El Parque fue inaugurado en 1873, durante la intendencia de Benjamín Vicuña Mackenna, período en el cual se realizaron las primeras obras para su habilitación como parque, tomando el nombre de Cousiño a partir de ese momento, en homenaje a quién había donado el terreno.

A comienzos de 1971, el presidente Allende, recordó que en un viaje a Cuba efectuado tiempo atrás, Fidel Castro lo había invitado a visitar el Parque Lenin, inaugurado hacía poco en las afueras de La Habana, quedando muy impactado por su belleza. Le comentó a Fidel, que nosotros teníamos en el abandono la principal área verde de Santiago: el Parque Cousiño. Fidel le propuso que, en la eventualidad de proponerse la recuperación de nuestro Parque, podía enviarle como asesores a los profesionales que habían diseñado y dirigido dicha obra.

De regreso a Santiago, el presidente nos invitó a La Moneda a fin de conversar sobre la recuperación del Parque Cousiño, teniendo presente el éxito que habíamos tenido en CORMU, con la rápida construcción de la piscina Chacarillas en las faldas del cerro San Cristóbal.

Así nació en CORMU la oficina de Parques y Recreación, que asumió la tarea de recuperar el Parque Cousiño. Resultaba incomprensible que la ciudad no pudiera disfrutar de un área verde tan excepcional, próxima al corazón de la metrópoli. El presidente otorgó los fondos y solicitó prioridad para esta tarea. Además, nos mencionó el ofrecimiento de Fidel, por lo cual se materializó el viaje a Chile, del arquitecto Antonio Quintana y del ingeniero agrónomo Ricardo Berragaiza, quienes nos asesoraron en la etapa preliminar del diseño y visitaron las obras prácticamente terminadas en 1972.

Pedro Soto, fue designado jefe de la Oficina de Parques y Recreación de CORMU y el arquitecto Raúl Bulnes asumió la jefatura del Taller a cargo del proyecto. Colaboraron en su tarea, el colega Carlos Martner, de brillante carrera profesional en el campo paisajístico, quien contó con el apoyo de las arquitectas paisajistas Myriam Beach y Virginia Plubins, y las paisajistas María Santa Cruz, Kittin Damm, Elisa Damm, Cecilia Van de Wingard e Ilona Buntemayer, además de la diseñadora Carmen Ibarra.

Gracias a un Convenio suscrito con la Facultad de Arquitectura de la U. de Chile, también colaboraron, estudiantes de los últimos años de las Escuelas de Arquitectura y Paisajismo de dicha universidad. Al igual de lo ocurrido con todas las obras de CORMU, no hubo horario de trabajo. El compromiso de todos fue total, animado por los ideales que genera la convicción de estar trabajado en beneficio del bien común y no al servicio de intereses mercantiles.

El ingeniero Helmuth Stuven, mi principal colaborador en la CORMU, programó la construcción de las obras mediante el sistema Perth, gracias a lo cual se pudo cumplir con el compromiso de inaugurar la restauración del Parque en el lapso de 14 meses.

Todos los integrantes del equipo de diseño, se instalaron en dependencias existentes en el Parque, próximas a las canchas de tenis, lugar donde se guardaron todos los planos y la documentación del proyecto. Recordemos que, en una acción demencial, al día siguiente del golpe militar en septiembre de 1973, personal del Ejército, procedió a allanar dicho recinto, retirando toda la documentación y planos del proyecto, que fueron apilados en el exterior y quemados en una hoguera impresionante. Lo mismo ocurrió en la sede central de la Oficina de Parques y Recreación ubicada en el cerro San Cristóbal.

Las 80 hectáreas del Parque, fueron cercadas con reja, a fin de asegurar la debida preservación del recinto. Este fue un tema aprovechado por los opositores a Allende, quienes impugnaron que un gobierno supuestamente popular enrejara el recinto, ignorando que parques tan importantes como el Bois de Boulogne en París o el Central Park de Nueva York, están cercados, justamente para evitar ser vandalizados durante las horas nocturnas.

Fue necesario talar numerosos árboles secos por falta de riego, cuyos restos se aprovecharon para la construcción de hermosos juegos infantiles en madera. Se habilitó un sistema de riego automático para todo el parque y se plantaron 20.000 nuevos árboles y arbustos.

Se construyó el llamado Pueblito, con diversos restaurantes especializados en comida chilena. Así nació, entre otros, “El Congrio Colorado”, con su especialidad en pescados y mariscos, o “La Chuleta Encantada”, con un espléndido surtido de carnes a la parrilla.

Los restoranes y la cocina central se entregaron completamente equipados, con gran colaboración de las diseñadoras y de Salvador Morera, un refugiado de la guerra civil española, quién ya había demostrado su maestría en la conducción del casino del edificio de la UNCTAD.

Se amplió la laguna a cuatro veces su tamaño, aumentando la dotación de embarcaciones y se habilitó la isla existente como Isla de los Enamorados, manteniendo su forestación y eliminando los elementos ajenos al carácter general del parque, con el fin de destinarlos fundamentalmente a paseo de parejas y grupos estudiantiles, ornamentando el paisaje con lotos y cisnes de cuello negro.

Aprovechando la madera de los árboles talados, se proyectaron hermosos juegos infantiles novedosos y didácticos, que fueron de gran atracción para los niños. Proyectamos una gran ramada, en la cual se ofrecía al visitante, una completa variedad de platos típicos chilenos. Tanto el equipamiento, como los productos expuestos en dichos locales, eran representativos del arte, artesanía, tradiciones y cultura propios de cada región. En el centro de este sector, se creó la Plaza de Artesanos, en la cual podía verse a nuestros artesanos, elaborando sus propias obras.

Una tarea descomunal, fue la construcción de una pista pavimentada de hormigón de 65 metros de ancho por 620 metros de largo, destinada a facilitar la parada militar, con la idea de aprovecharla el resto del año para el funcionamiento de una red de multicanchas deportivas.

Esta obra correspondió a una solicitud especial del general Carlos Prats, comandante en jefe del Ejército, quien objetó que la parada militar continuara efectuándose en la llamada elipse del Parque, un enorme círculo, cubierto con maicillo, transformado en un barrial durante esos años, a raíz de las frecuentes lluvias de septiembre.

La enorme pista de hormigón, es una losa de 30 centímetros de espesor, que debió llevar armadura de fierro, a fin de resistir el paso de grandes vehículos blindados. Es una obra que incrementó notablemente el presupuesto original previsto para la rehabilitación del Parque, ejecutada con tal maestría, que jamás se ha anegado en sus 50 años de existencia.

Diez años atrás, me llamó por teléfono un general de ejército para comunicarme que la institución había adquirido blindados de un tonelaje mayor al conocido hasta entonces y consultaba si la losa de hormigón del Parque resistiría su paso. Comprenderán lo azorado que quedó cuando le comuniqué que personal del Ejército había quemado irracionalmente toda la documentación técnica del proyecto de remodelación del Parque, por lo cual, no estaba en condiciones de dar respuesta a su solicitud. Le recomendé que solicitara al IDIEM que practicara unas calicatas[2] en diferentes puntos de la losa, a fin de verificar su resistencia. Efectivamente lo hizo y en retribución por mi información, me envió de obsequio un par de los mencionados testigos, que conservo como un testimonio más de la irracionalidad desatada tras el golpe militar.

Finalmente, incorporamos en las obras de restauración del Parque, la reconstrucción de las graderías existentes para presenciar el paso de la Parada Militar y se dispuso de otras graderías adicionales al frente, sobre un extenso talud empastado, que cubre los camarines, bodegas y otros servicios, complementarios del desarrollo de las actividades deportivas.

Este fue el nacimiento del Parque O’Higgins, rehabilitado tras un arduo año de trabajo, que tomó ese nombre reemplazando al viejo Parque Cousiño.

El flamante Parque O’Higgins, reabrió sus puertas con motivo de la Parada Militar del 19 de septiembre de 1972, en medio de una muchedumbre de 150.000 entusiastas visitantes que colmaron todos los jardines y servicios adicionales. Acabábamos de concluir las faenas, de modo que la multitud malogró buena parte de las praderas empastadas recientemente. Debimos clausurar por un mes el acceso al parque, hasta lograr su recuperación y adoptamos la resolución de regular el acceso al parque, a fin de evitar nuevos daños. Los santiaguinos recuperaron el parque para su propio solaz, y esta situación se mantuvo hasta el golpe militar, que malogró su concepción original, al privatizar la mayoría de sus servicios, licitar algunos espacios como el destinado a Fantasilandia, y volver a descuidar el mantenimiento de las áreas forestadas.

De todas maneras, continúa siendo el área de esparcimiento popular preferida por los santiaguinos, junto con el Parque Metropolitano situado en el Cerro San Cristóbal.


[1] Memoria Chilena. Biblioteca Nacional de Chile. Parque Cousiño.
[2] Calicata: perforación cilíndrica de una pulgada y media de espesor, practicada en una losa de hormigón a fin de determinar su composición y resistencia.