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El reflejo ha sido una permanente fuente de inspiración para el mundo del arte y las ciencias sociales. ¿Y si llega el día en el cual ese reflejo ya no existe? Diego Muñoz nos invita a revisar esa reacción en el caso de alguien que tiene una gran imagen de sí mismo.

Si abrí los ojos para ver el rostro
puro y terrible de mi patria.
Si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero

El 24 de julio de 2020 murió en Santiago Lotty Rosenfeld, artista visual chilena adscrita al neovanguardismo y a la Escena de Avanzada, un movimiento de artistas y escritores que nace con posterioridad  al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y que produce un cambio paradigmático en la forma de hacer y ver el arte en Chile.

Autora de diversas obras y participante en múltiples exposiciones, tanto en Chile como en extranjero, Lotty Rosenfeld, invita a realizar una re- lectura del lenguaje artístico, a buscar nuevos signos y soportes. Su obra se sustenta en la calle y los desechos. Un ejemplo de aquello es su trabajo: “Una milla de cruces sobre el pavimento”, acción de arte donde utiliza un signo de tránsito -las líneas blancas que dividen las pistas de circulación vehicular- y las modifica generando como resultado otro signo: el signo +. Entrevistada al respecto, la Artista Plástica formada en la Universidad de Chile, declara al Centro de Extensión del Ministerio de la Cultura:

 “Este signo lo produje mediante el entrecruzamiento de dos líneas, la primera impuesta por un código de reglamentación social y la segunda propuesta por el arte a modo de interrogación crítica” (http://centex.cl/una-milla-de-cruces-sobre-el-pavimento-de-lotty-rosenfeld/)

La obra ha sido instalada, durante 40 años, en diferentes lugares de poder político o económico: la Casa Blanca, en Washington; el Allied Checkpoint, en Berlín; el Banco de Inglaterra, en The City; el Arco de Triunfo, en París; la Plaza de la Revolución, en La Habana; el Palacio de La Moneda, en Santiago. 

Lo propuesto por L. Rosenfeld propone que la obra de arte, como toda acción humana, depende del contexto y de cómo es leída por el receptor. El lingüista Hans Robert Jauss (1921 1997) dice que todo texto es sólo la propuesta de un autor, la que es terminada de escribir por un receptor.

Otro de los trabajos icónicos de Lotty, y que hoy requieren una re-visitación, es el que realizó, junto a la escritora Diamela Eltit, al instalar el “No +” como parte den el discurso democrático. La idea era que cada uno lo terminara de escribir. “No + violencia”, “No + machismo”, “No + cultura oficial”, “No + maltrato animal” etc.

En este trabajo las artistas nos proponen releer el lugar común y transformarlo en arma de lucha. En los 80 no bastaba con decir “Venceremos” y/o “El pueblo unido jamás será vencido”. La tarea era más difícil, había que democratizar el discurso. Cada habitante debía leer ese mensaje y terminarlo. Debía relacionarse con lo cotidiano y preguntarse ¿cómo llenar ese No más?

Hoy, cuando estamos apabullados por el triunfo de la extrema derecha en las últimas elecciones, se nos hace urgente revisitar la obra de Rosenfeld y Eltit y preguntarnos cómo transformar el discurso en arma de lucha.

Nuevamente la calle y los desechos.

En el país que estalla el 2019, se escucha decir que Chile despertó. Deberíamos preguntarnos: ¿Despertó de qué? Por otro lado, debemos recordar que cuando despertamos, lo hacemos como un todo, con buenos y malos instintos. Junto con despertar el deseo de justicia que hace que nos rebelemos contra las AFP, también despierta nuestra irracionalidad y nos hace destruir el pequeño boliche de verduras, con el que una familia educa a sus hijos.

Parece urgente un nuevo lugar común, que releamos el discurso y le demos un nuevo significado. Hagamos de este, como hicieron Rosenfeld y Eltit en los 80, un arma peligrosa, porque, como dice Blas de Otero, nos queda la palabra.