Fragmento del Mural “Presencia de América Latina (1965). Autor: Jorge González Camarena (La Casa del Arte, Pinacoteca de la Universidad de Concepción)

“…la historia no se puede refundar: forma parte del pasado imborrable y será indudablemente parte de ese reconocimiento histórico con los que los convencionales de las naciones originarias tendrán que discutir y hacer ver a esa otra parte de Chile, que aún cree que lo mejor para el país es una neutralidad estatal”.

“Este sueño es un sueño de nuestros antepasados. Este sueño se hace realidad. Es posible refundar este Chile. Establecer una nueva relación».
Elisa Loncón (Presidenta de la Convención Constitucional)

Los símbolos son importantes. La elección de Elisa Loncón como presidenta de la Convención Constitucional no fue neutra. Lo primero fue dar un reconocimiento a la diversidad cultural del país, lo segundo fue la elección de una mujer y por último, no olvidar que también ella proviene de Traiguén región de la Araucanía. Es decir, también simboliza la regionalización. Son símbolos que ella representa y que ha hecho parte de su potente discurso el día 4 de julio.

Acerca del reconocimiento cultural deben despejarse ciertas dudas y prejuicios, a veces malintencionadas que puedan surgir; por de pronto, la propia justificación jurídica para que la Constitución reconozca a otras naciones originarias. El dilema es si el Estado es laico y neutro, y que por tanto no hace ninguna preferencia por un grupo específico

¿Para qué dar un reconocimiento intercultural o plurinacional? Este tema se puede ver muy bien reflejado en la manera en que se lleva actualmente la discusión sobre tener intérpretes de lenguas dentro de la convención ¿son importantes para el diálogo que se va a dar entre los constituyentes?

Históricamente, el tema de las lenguas es un tema que no se discute en el seno del Estado-nación del s.XX, porque con una lengua nos entendemos todos. Así no se daría preferencia por ningún grupo cultural minoritario, pero esta neutralidad estatal vivida por a quienes se les enseña la lengua castellana en el colegio y deben usarla para el trabajo y la vida pública, no es su lengua natal. Con ellos no se hace distinción y por tanto sin proponérselo, ya hay una desventaja que impone el Estado.

Aunque es muy largo de explicar y ejemplificar qué significa en el fondo esta neutralidad del Estado, vale recalcar que es el Estado-nación en el siglo dieciocho, que entre otras pretensiones tenía la fanfarronería de inscribirse en la historia desde una concepción ilustrada, universal y necesaria para el Hombre (con H mayúscula). Este era el paso de una concepción evolucionista de la historia en la que la razón era el paso definitivo para dejar de lado la esclavitud, servidumbre y barbarie y tantas otras cosas. Este mismo discurso sustentó la expoliación de territorios durante el s.XIX en medio de un discurso entre civilización y barbarie, donde se avaló la imposición de una Historia y una Lengua común para la nación, etc.

Es interesante notar también que la evolución de la ilustración tuvo sus detractores desde un principio. En Alemania, Herder a fines del s.XVIII, quien odiaba a franceses e ingleses por pretender su superioridad cultural que despreciaban a toda otra cultura incivilizada, como ocurría con la mayoría campesina alemana; él negaba que las culturas evolucionen a la civilización. Creía como hoy es común pensar, que el hombre que nace en una comunidad ya nace con cultura, independiente del grado de civilización que estas alcancen. En un extremo Herder cree que todo producto que elabora una persona lo hace dentro de la espiritualidad de su cultura, esta es la parte negativa de su filosofía, la de provocar la mirada de medusa cuando se mira la cultura. Es decir, que se termina creyendo que la manera de comportarse de una persona es similar a la de su grupo cultural, como si la cultura provoca fotocopias idénticas entre los seres humanos.

Desde esa época a hoy el pensamiento ha evolucionado, se habla hoy de reconocimiento intercultural. Eso equivale a decir que el contacto entre miembros de una misma cultura, pero también de miembros de otras culturas, provocarán nuevas relaciones e instituciones, pero son las personas las que cambian y se modifican en la experiencia con otros. Así la cultura es una relación y no una imagen fija. Lo que nos enseñan la historia mapuche y la de otras naciones originarias, es que el reconocimiento que ha dado el Estado al buscar ser “neutro” ha sido la promoción de minusvalorar la diversidad cultural y los lenguajes en un territorio común. Esto ha ocurrido a nivel cultural donde la misma Elisa Loncón nos ejemplifica cómo dentro de un aula se discrimina a mapuches, acusándoles de ser culpables cuando algo se pierde o se roba; un no reconocimiento es una negación de la diversidad, el otro no existe para un estado laico. El falso reconocimiento ha sido profusamente estudiado por Charles Taylor, filósofo canadiense, en que la neutralidad nunca ha sido tal. Vemos que lo mismo ocurrió en Canadá (noticia en curso), como también ocurrió con el pueblo Selknam a fines del siglo diecinueve, donde existió la posibilidad de borrar la identidad en nombre del progreso y de la mano de la iglesia católica, esto por mencionar solamente el lado más benigno.

Hay que ser conscientes que lo que viene con el reconocimiento plurinacional no es una vuelta al pasado, como a un pasado mítico perfecto en el que todos vivían felices en una relación de trueque e intercambio sin nada de civilización. Muy por el contrario, la historia no se puede refundar: forma parte del pasado imborrable y será indudablemente parte de ese reconocimiento histórico con los que los convencionales de las naciones originarias tendrán que discutir y hacer ver a esa otra parte de Chile, que aún cree que lo mejor para el país es una neutralidad estatal.

El éxito de una nación plurinacional tiene aún por demostrar que un reconocimiento a la diferencia cultural es justificado. Hoy la oportunidad de establecer una nueva relación está jugándose en la convención, en un diálogo del que se espera que salgan conclusiones notables y positivas para el resto del país.