Miguel Lawner, crónica N° 19

El sábado fui invitado a participar en la fiesta “Vivienda y Barrios 50 años”, organizada por la Municipalidad de Recoleta, que tuvo lugar en el conjunto habitacional Tupac Amaru, construido por la CORMU durante el gobierno de Salvador Allende, y que la dictadura bautizó con el nombre de Villa San Cristóbal.

Fue un evento que se prolongó durante toda la tarde, con múltiples actividades artísticas, stands de diverso tipo y exposición fotográfica ilustrando la bella historia de ese conjunto habitacional. El evento tuvo su cúspide con la presentación de un impresionante conjunto de baile y música pascuense.

Cerró la actividad un acto en el cual intervino el Presidente de la Junta de Vecinos, quien remarcó las excelencias del conjunto habitacional, con amplios departamentos y dotado de toda clase de servicios: generosas áreas verdes y jardines, escuela, comercio, cancha deportiva iluminada, proximidad a hospitales y a 10 minutos del centro de la ciudad.

La verdad es que la Tupac Amaru luce impecable ahora, transcurridos 51 años desde que fue inaugurada. Ha experimentado algunos mejoramientos impulsados por la comunidad, como la pintura exterior de algunos bloques, la sustitución de ventanas metálicos por perfiles de aluminio realizada por algunos vecinos y el reciente cambio de ascensores en los dos edificios de 17 pisos de altura.

La política de vivienda más correcta y necesaria que debe impulsar un país, es prolongar la vida útil de su parque habitacional, por cuanto reduce las presiones por la construcción de nuevas viviendas. Eso es posible en conjuntos construidos y planificados inicialmente, con la calidad que tiene esta población, pero mejorar Bajos de Mena en Puente Alto o los guetos verticales construidos en Estación Central durante los últimos años, es una misión imposible.

Al evento del sábado, asistió el alcalde de Recoleta Daniel Jadue, quien subrayó en su intervención que nunca antes ni después del Presidente Allende, se había construido en Chile conjuntos habitacionales de tan alta calidad.

Yo fui invitado a recibir un galvano otorgado por la Municipalidad de Recoleta, “en reconocimiento por mi importante aporte al desarrollo de las políticas habitacionales implementadas durante el gobierno de la Unidad Popular en nuestro país”.

En mi intervención, recordé que dicho conjunto habitacional, fue aquel del cual guardo el mejor recuerdo, por el alto grado de participación de la comunidad. Extrañamente en esos tiempos, la Junta de Vecinos del barrio, estaba presidida por una mujer de nombre Ana, cuyo comportamiento fue admirable, cohesionando a toda la comunidad en el proyecto que estábamos realizando.

CORMU se especializó en programas de renovación urbana, los cuales requieren una metodología de trabajo especial. A diferencia de los proyectos convencionales que se desarrollan en terrenos baldíos, la renovación tiene lugar en zonas habitadas, que exigen la participación y el acuerdo con las familias residentes, a fin de evitar que el proceso de renovación pueda afectarlos, o peor aún, que traiga consigo su expulsión de un lugar donde han establecido su arraigo por muchos años.

Al elegir las zonas a remodelar, para CORMU fue fundamental contar con un sitio eriazo de gran tamaño, que permitiera construir una primera etapa sin necesidad de erradicar a nadie. En este caso, se trataba de un Polígono de Tiro del Ejército, que había dejado de utilizarse como tal, en virtud del crecimiento de la ciudad a zonas aledañas. Solicitamos su transferencia al Ministerio de Bienes Nacionales y la obtuvimos de inmediato. Eso nos permitió construir la primera etapa del conjunto en dicho terreno, y una vez concluida, trasladar a los vecinos del área aledaña, residentes de viviendas antiguas en mal estado, que nosotros demolimos, para dar paso a la segunda etapa.

La población existente en el lugar, correspondía a personas de muy escasos recursos, salvo pocas excepciones. La nómina de familias a trasladar se definió tras una minuciosa labor de nuestras asistentes sociales, en conjunto con los dirigentes de la Junta de Vecinos, donde se excluyeron sólo a un par de familias con antecedentes delictuales. Una vez concluida esta etapa, quedó congelada dicha nómina, a fin de evitar eventuales oportunismos.

Cumplimos de esta manera con nuestro lema de “Remodelar sin Erradicar”.

Concluido este traslado, las viviendas desocupadas se demolieron salvo 8 de ellas, en buen estado adyacentes a la calle Unión. El área liberada, nos permitió construir la segunda etapa del conjunto habitacional, con los restantes departamentos y los espacios destinados a jardines, comercio, estacionamiento de vehículos, área deportiva y escolar.

El conjunto consta de 484 viviendas en bloques en 4 pisos de altura y dos torres de 17 pisos con un total de 128 departamentos, que se comercializaron por vía del Sistema de Ahorro y Préstamos, cumpliendo así nuestro propósito de integración social ya que en este caso se trataba de familias de ingresos medios.

La solución arquitectónica propuesta para los bloques en cuatro pisos de altura consiste en departamentos dúplex ubicados en 1° y 2° piso, con ingresos directos desde el nivel calle y otros departamentos también dúplex, situados en 3° y 4° piso, a los cuales se accede mediante una escalera exterior que conduce hasta un pasillo ubicado en el tercer nivel.

Este pasillo, fue concebido por nosotros como una calle elevada. Bastó que le diéramos un ancho mayor del fijado por la Ordenanza de Construcción, para que se constituyera en un grato espacio de integración social, donde las madres suelen sentarse a conversar con sus vecinas, o los niños salen a corretear. Es emocionante constatar hoy día, como han enriquecido esta calle elevada, mediante maceteros con hermosas plantas o flores de interior.

El conjunto habitacional se complementó mediante puentes que unieron las calles elevadas de varios bloques generando un verdadero paseo peatonal elevado.

La calle elevada, con su gran vitalidad. Lugar habitual de intercambio social.

Poco después de su inauguración el año 1972, fui invitado por los vecinos de uno de estos bloques, a participar en un asado que tuvo lugar en su calle elevada, donde instalaron una parrilla y varias sillas. Fue extraordinariamente grato y yo diría casi conmovedor. Fuimos con Anita y nuestros hijos, entonces pequeños, quienes disfrutaron corriendo por las calles elevadas, junto con los niños del sector.

Me parece necesario aclarar que yo fui Director Ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU), durante el gobierno de Allende, por lo cual tuve a mi cargo la conducción del proyecto de todos nuestros proyectos habitacionales, y cada conjunto tuvo un grupo de arquitectos a cargo de su diseño específico. En este caso, fueron los colegas Marita Betzalel Palombo y Sergio Miranda.

Al intervenir en el emotivo acto efectuado el sábado recién pasado, olvidé señalar que el conjunto habitacional se llamó al comienzo: Polígono de Tiro, pero transcurrido cierto tiempo, decidimos que era un nombre impropio, por lo cual acordamos cambiar su nombre de común acuerdo con la Junta de Vecinos del sector.

Intercambiando algunas opciones, uno de los pobladores de origen peruano, propuso el nombre de Tupac Amaru, subrayando que se trataba del nombre de un inca peruano, que, a diferencia de quienes gobernaban el imperio incaico, los cuales se rindieron sin combatir ante los conquistadores españoles, Tupac Amaru se rebeló contra ellos y luchó hasta ser detenido y decapitado. Añadió este vecino que, en su opinión, nuestro conjunto habitacional era una suerte de rebelde en materia de vivienda social y proponía por lo tanto bautizarlo con ese nombre, opinión que aceptamos unánimemente.

Pero comprenderán que para la Junta Militar que derribó el gobierno del Presidente Allende en 1973, dicho nombre debe haber sido sinónimo de terrorista y lo cambió por el de Villa San Cristóbal, que incomprensiblemente conserva hasta el día de hoy.

La hermosa ceremonia del sábado pasado debiera servir de motivo para llevar a cabo las gestiones necesarias, junto con la actual Junta de Vecinos, para restituirle a este hermoso conjunto habitacional, el nombre del ilustre rebelde Tupac Amaru, émulo de nuestros indómitos mapuches que hicieron imposible el paso de los conquistadores españoles al sur del majestuoso rio Bío Bio.

Recorrer hoy día la Tupac Amaru, que se conserva tan bella y tan vital, es una enorme satisfacción y también es una lección. Nos esforzamos ahora por imponer en el debate constitucional, el derecho a una vivienda digna y adecuada para todos. Aquí está la respuesta, solo posible cuando el Estado asume la responsabilidad de asegurar la vigencia de los Derechos Sociales.

Fue un privilegio para mí, haber tenido la oportunidad de ser un protagonista del proceso social que le entregó al pueblo de Chile los mil días más felices de si historia.