Por Miguel Lawner, Crónica N° 24

En la crónica N° 5 titulada Muerte de un héroe, me referí a este tema, pero un reciente artículo del periodista Juan Pablo Cárdenas, me mueve a añadir nuevos antecedentes al respecto.

Tengo admiración por Cárdenas, quin nos entrega frecuentemente análisis que comparto plenamente sobre la situación política y social en Chile. Nos conocimos a mi regreso a Chile en 1984, cuando él dirigía la revista Análisis, semanario que enfrentó con valentía a la dictadura. Solicitó mi incorporación a la revista como columnista, tarea que cumplí hasta el cierre de la revista.

Desde esos años, tanto él como Fernando Paulsen, subdirector de Análisis, dudaban de la versión oficial afirmando el suicidio del Presidente y recuerdo haber sostenido entonces, algunas discusiones al respecto.

Pero ahora en 2023, ya hay evidencias categóricas ratificando la versión del suicidio; sin embargo, Juan Pablo acaba de publicar en Le Monde Diplomatique un artículo titulado “De un cinismo sin límites (A 50 años del Golpe de Estado)” en el cual afirma lo siguiente: Aunque la “verdad oficial” señala que el presidente Allende decidió suicidarse, lo cierto es que hay múltiples testimonios que señalan que este fue ultimado por el primer comando militar que ingresó a la sede del poder ejecutivo. Un joven teniente de la época se atribuye haberle disparado al Mandatario y ante varios testigos se ufanó de esto exhibiendo el reloj del presidente como trofeo”.

En mayo del 2011, tuvo lugar una segunda exhumación del cadáver del Presidente, ordenada por el juez Mario Carroza, quien convocó a un equipo de forenses chilenos y extranjeros integrado por el tanatólogo español Francisco Etxeverría, la doctora colombiana Mary Luz Morales, la estadounidense Douglas Ubelaker, el perito balístico británico David Pryor y el antropólogo forense Luis Fondebrider, de Argentina, en el marco de una investigación judicial para esclarecer si su muerte durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, se debió a un suicidio o a un asesinato.

Los resultados del examen resultaron contundentes, confirmando que fue «solo un disparo» el que terminó con la vida de Salvador Allende. Así lo declaró el director del Servicio Médico Legal, doctor Patricio Bustos, quién también integró el grupo de médicos a cargo de verificar la causa de la muerte del Presidente.

También estuvieron presentes en la mencionada exhumación, el médico personal de Allende Arturo Jirón y Patricia Espejo, secretaria privada del Presidente, quienes me dieron a conocer que el cadáver tenía destruida la parte posterior del cráneo con entrada de bala por la barbilla y salida por zona posterior de la cabeza. Además, el vestuario se veía razonablemente conservado, así como su calzado. No se observaban perforaciones de proyectiles en el cuerpo.

La hija del Presidente, Isabel Allende, agradeció el trabajo de los expertos y dijo que la conclusión dará tranquilidad a la familia, que siempre creyó en la versión de los médicos de Allende, quienes sostuvieron siempre que el Presidente estaba solo en su despacho en el momento de su muerte y que no hubo intervención de terceros.

De los tres edecanes que tuvo el presidente Allende, el único leal fue el representante de la Fuerza Aérea, Roberto Sánchez, quien se presentó en el Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973, aproximadamente a las nueve de la mañana. Su testimonio aparece grabado en un documental que se titula El último combate de Allende, producido por la TVS de Canadá el año 1998. Sánchez afirma lo siguiente: “entré a La Moneda como ¼ para las 9.00 y le ofrecí a Allende un avión de combate listo para volar, a fin de abandonar Chile. Me agradeció y dijo: yo no me voy a ir del país. De aquí solo me sacan muerto. Tomó una metralleta que tenía en la mano. Se la puso en la boca y dijo cómo iba a hacerlo”.

Por añadidura, El Mercurio en su edición del sábado recién pasado, 19.08.2023, publica una entrevista sorprendente al primer bombero que ingresó a La Moneda incendiada el 11 de septiembre de 1973.

En su relato, dicho bombero, llamado Alejandro Artigas, un hombre de 74 años de edad hoy día, describe lo que califica de una escena dantesca y un silencio sepulcral en el despacho donde yacía muerto el presidente, tras el bombardeo del Palacio de La Moneda.

“El teniente Artigas, el primero en entrar para definir un plan de acción, vio cómo en el segundo piso el fuego era “absolutamente total”, prácticamente ya no quedaba techo en la zona norte. La apertura al cielo permitía que no se acumulara el humo, pero, pese a la hora, la oscuridad del cielo dificultaba la visión”.

“Cuando el teniente estaba en el segundo piso, le solicitaron a bomberos que iluminara el Salón de la Independencia, donde el presidente se había quitado la vida. Tomó el foco y entró”.

“Requerían la luz porque habían solicitado que un periodista filmara la escena. Estaba el general Javier Palacios, quien era el que daba las órdenes, un capitán de bomberos, y varios militares. Era una escena dantesca. Un silencio sepulcral. Relata que yacía muerto sobre un sofá, vestido con un jersey de cuello alto y pantalones de tela. Vio el fusil entre sus piernas y sus gafas en el piso”.

Hasta ahí, parte de la entrevista a Alejandro Artigas, quien aparece como un hombre de convicciones democráticas, porque al término del reportaje afirma que hizo corregir las tres declaraciones judiciales realizadas ante la justicia ya restablecida la democracia, para que, cada vez que se nombrara a Allende, pusieran “presidente Allende”. “Porque yo soy bombero. Ni para acá ni para allá. Alejandro Artigas es otro cuento”.

El artículo de Juan Pablo Cárdenas ya mencionado, señala que un joven teniente se atribuye haberle disparado al Mandatario y ante varios testigos “se ufanó de esto, exhibiendo el reloj del presidente como trofeo”.

Según declara Patricia Espejo, el Presidente tenía dos relojes, uno de los cuales, estaba en reparación en una relojería de calle Tenderini llamada Gazzella. Obviamente, tras el golpe militar, con toda la familia de Allende fuera de Chile incluyendo a la misma Patricia, nadie debe haber reclamado dicho reloj, y es probable que el dueño de la relojería haya hecho alarde de tener en su poder el reloj del Presidente y quizás el teniente mencionado por Cárdenas, puede haber tenido acceso a él. Es mi hipótesis.

El reloj que portaba el Presidente el 11 de septiembre, quedó en poder de su hija Isabel, quien lo acompañó ese día en La Moneda, hasta que el propio Allende le ordenó que se retirara del palacio, junto con su hermana Tati, y las acompañó hasta la puerta de Morandé 80, donde se despidieron.

Dicho reloj lo conservó Isabel, quien lo entregó al Museo de la Solidaridad Salvador Allende, localizado en una hermosa mansión de Avenida República 575, en Santiago, edificio cuya restauración estuvo a mi cargo, y donde destinamos uno de sus recintos como Salón del Presidente. Allí está en exhibición el reloj del Presidente que su hija Isabel entregó al Museo.