Zygmunt Bauman. Múltiples culturas, una sola humanidad
Katz Editores, Buenos Aires, 2008

Zygmunt Bauman (1925-2017), destacado intelectual, sociólogo y filósofo, conocido por su concepto de “modernidad líquida”. El nombre corresponde a una conferencia del autor en 2004, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. En general, sus obras siempre consideran el contexto real -un mundo de seres humanos relacionados de diversas maneras- para quienes siempre se requiere una mirada ética.

“´Múltiples culturas, una sola humanidad’. He aquí un hermoso marco de pensamiento de nuestro orden líquido contemporáneo y de nuestro sumamente complejo, difícil, arriesgado y peligroso mundo. Nuestras ideas y las preocupaciones que sentimos por nuestras propias vidas y por las vidas de las personas que nos rodean se sitúan entre los dos extremos de ese marco. Muchas culturas: esa es la realidad. Una sola humanidad es un destino, un propósito o una tarea ideales. Las múltiples culturas representan el pasado: es lo que hemos heredado de milenios de historia humana.

La humanidad única es el futuro, como ya predijera inicialmente Immanuel Kant, quien escribió hace más de doscientos años acerca de la unificación universal del género humano. Pocos leyeron entonces sus predicciones. Hace poco, sin embargo, se ha redescubierto aquel librito de Kant sobe el futuro de la humanidad y, de pronto, todo el mundo se ha interesado por él, lo que es todo un síntoma, toda una constatación de que la unión de la humanidad está bien presente en el actual orden del día político. (…)

Existe, no obstante, un tercer (e invisible) elemento entre el de la multiplicidad de culturas, por un lado, y el de la humanidad única, por el otro. Es invisible, sí, pero también necesario. Ese elemento intermedio es la frontera. La frontera es lo que separa y, al mismo tiempo, conecta culturas. Hoy en día estamos obsesionados por las fronteras. (…)

El gran antropólogo noruego Frederik Barth señalaba que las fronteras no se trazan para separar diferencias, sino, justamente, para lo contrario. Es el hecho de haber trazado fronteras lo que nos lleva activamente a buscar diferencias y a tomar viva conciencia de la presencia de estas. Las diferencias son, pues, producto de las fronteras y de la actividad misma de la separación.

Todos y todas pertenecemos a la raza humana. Todos y todas somos humanos. Pero cada una y cada uno de nosotros es único y distinto a todos los demás. Las diferencias son infinitas. (…) Pero, generalmente, la mayoría de estas diferencias no nos importan. No nos impiden interactuar. (…) Solo hay algunas que, en determinadas ocasiones y de forma repentina, llaman nuestra atención, nos molestan y nos producen cierta ansia por hacer algo al respecto, por convertir lo distinto en similar, por distanciarnos de aquellas diferencias, por eliminarlas a ellas o a las personas que las encarnan. Tanto esta actitud como la acción a que da lugar son sumamente selectivas. Se empieza trazando una frontera y, a continuación, la gente comienza a buscar razones que justifiquen la implantación de esa línea fronteriza”.