El rostro de la calle en un microcuento del escritor y periodista Federico Gana.

Si supieran cómo envidio al viejo con su brazo largo, la mano seca y la cara ausente de tanto pedir limosna. Nadie sabe cuánto envidio a los muchachos que lanzan pelotas al aire en los semáforos. Si vieran cómo envidio a los cantantes ciegos y teatrales en las puertas de los bancos. Cómo envidio a la señora sentada junto a sus pañuelos de colores todas las tardes frente a la Casa Central de la Universidad. Qué envidia me das tú, gritando chocolate a cien con tus frases de batalla.
Y yo cesante, todavía no me atrevo a ser actor.