1 de mayo de 1971

En ALLENDE, a 50 años de su elección, Discursos fundamentales
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, BCN, edición digital, 2020

Quiero poner dos ejemplos: cobre y tierra. Y escuchen, compañeros.

Cobre: el cobre es el sueldo de Chile. Y deben entenderlo también el Gobierno y el pueblo norteamericanos. Cuando nosotros planteamos nacionalizar nuestras minas no lo hacemos para agredir a los inversionistas de Estados Unidos. Si fueran japoneses, soviéticos, franceses o españoles, igual lo haríamos. Es que necesitamos el cobre para Chile. Necesitamos lo que sale más allá de nuestras fronteras como utilidad de esas compañías, para poder impulsar el desarrollo de la nación, junto al hierro, el salitre y a las empresas nacionalizadas. Recuerden que en algo más de 50 años han salido del país, por concepto de utilidades del cobre, más de 3.000 millones de dólares. Ahora, con la nacionalización, anualmente debemos retener 90 millones adicionales de dólares. Eso significará, en los próximos 20 años, al precio de 50 centavos la 116 libra, 1.830 millones de dólares. Si el precio promedio llegara a 55 centavos la libra, serían 2.114 millones de dólares. Este excedente, este mayor ingreso, lo necesitamos para poner en marcha los planes de desarrollo económico de Chile, junto a los excedentes de otras empresas o industrias en manos del Estado, junto a los tributos y a los impuestos que pagamos todos, absolutamente todos los chilenos.

De allí entonces que sea fundamental que se entienda la importancia que tiene el cobre y por qué nosotros debemos entender y hacer que el pueblo entienda lo que representa de responsabilidad para los obreros, para los técnicos, para los profesionales chilenos. Se han ido, se van de Chuquicamata 240 técnicos norteamericanos. No los hemos echado, pero se van. Tenemos que reemplazarlos por técnicos y obreros nuestros, tenemos que reemplazarlos por nuestros profesionales, tenemos que improvisar la técnica cueste lo que cueste, y tenemos que hacer producir más a Chuquicamata. Tendrán que sudar cobre los chilenos que allí trabajan para defender a Chile. Y tendrán que hacerlo, porque nosotros, el pueblo, se lo estamos pidiendo y exigiendo.

Ayer en la mañana tuve horas amargas, compañeros. Me dijeron que se habían parado en la semana tres secciones de Chuquicamata, sin razón justificada alguna. Y esto ocurre ahora, cuando hay obreros en la dirección de esas empresas. Me dijeron que estaban exigiendo que se pagara indemnización a todos los trabajadores, para ser recontratados después cuando nosotros tomemos definitivamente las compañías. Me golpeaba mi conciencia y me dolía como revolucionario que esto fuera cierto. Esta mañana me llamaron desde Antofagasta y me dijeron que la asamblea gremial rechazó esa proposición que habían hecho, en mala hora, algunos trabajadores, y, lo que es peor, algunos dirigentes políticos que andan a la caza de votos. Eso demuestra la conciencia de los compañeros de Chuquicamata y desde aquí los saludo, porque su actitud también representa un aporte esencial para la patria.

He dicho que, junto al cobre, está el problema de la tierra. Y tienen que entenderlo ustedes. Ustedes que trabajan en Santiago, la mayoría de ustedes que están aquí en esta gran concentración, que no son campesinos. Pero a lo largo de Chile, me oyen, seguramente, trabajadores del agro. Este es un problema muy serio. Si el cobre es el sueldo de Chile, la tierra es el alimento para el hambre, y no puede seguir produciendo lo que hasta ahora ha producido. Por eso se ha impulsado la reforma agraria; por eso se ha modificado la propiedad de la tierra; por eso hay que cambiar los métodos de explotación; por eso hay que poner el crédito, la semilla, el abono y la ayuda técnica junto al campesino, al pequeño y mediado agricultor; por eso hay que terminar con el minifundio, y por eso hay que terminar con el latifundio.

Fíjense, compañeros que me escuchan a lo largo de Chile: todos los años nacen 300.000 o más chilenos. Y a pesar de la alta mortalidad infantil, son muchas nuevas bocas las que hay que alimentar. Si la producción se mantuviera en los niveles que hoy alcanza, y que sólo representa un incremento de 1,8% mientras la población crece en 2,5 a 2,7% al año, nos encontraríamos el año 2000 (año al cual ustedes van a llegar, y yo también, ¿ah?) con que el año 2000 tendríamos que importar, óiganlo bien, 1.000 millones de dólares en carne, trigo, grasa, mantequilla y aceite. Hoy importamos 180 a 200 millones de dólares al año. Y el 2000 tendríamos que importar 1.000 millones de dólares. Toda la exportación chilena alcanza a 1.050 millones de dólares. Calculen ustedes el drama que tenemos por delante y la tremenda responsabilidad que implica la reforma agraria. Por eso les digo muy claro; por eso le he dicho al pueblo de Chile; se lo he dicho a los trabajadores de la tierra; se lo he gritado con pasión para que me entiendan en Cautín y en Valdivia, en Osorno y en Llanquihue, en las provincias agrarias del centro y del norte: vamos a terminar con el latifundio. Este año expropiaremos 1.000 predios que están más allá de la reserva legal y terminaremos con el minifundio. Pero no basta expropiar, hay que hacer producir la tierra y tenemos que respetar la ley. No podemos aceptar que se atropelle al propietario que tiene derecho frente a la ley. No podemos crear el caos en la producción. No podemos apropiarnos de tierras y dejarlas sin producir. El Gobierno tiene que respetar la determinación y la planificación del ejecutivo.

Yo les digo a ustedes, y se los digo a los funcionarios de INDAP y de CORA: no pueden traspasar la ley. ¿Qué haría un hombre, que haría yo, si hubiera sido agricultor durante cuarenta o cincuenta años de mi vida, si no tuviera más que mi casa y el pan para mis hijos, si la ley me da un derecho y llegan funcionarios que no respetan la ley? ¿Qué hace ese hombre que no puede a su edad encontrar otro trabajo? ¿Por qué nosotros no vamos a tener un sentido humano y justo? Yo reclamo del pueblo que trabaja en la tierra, yo reclamo de los campesinos, que tengan confianza, que para eso hemos creado el Consejo Campesino. No se salvará ni un latifundio en Chile, pero el propietario mediano y pequeño contará con nuestro apoyo, con nuestra ayuda, con los técnicos necesarios, con la semilla y con el abono para cumplir con los planes de producción indispensables para alimentar al pueblo, camaradas.

Por eso tenemos que tener conciencia: la revolución no se hace en las palabras, compañeros, se hace en los hechos. Y hacer la revolución no es tan fácil, si no ya la habrían realizado otros pueblos, en otras latitudes o en este continente. Se necesita tener el nivel político, la responsabilidad necesaria para entenderlo; no basta hablar de la revolución. Hay que hacer la revolución interior, que le dé autoridad a uno para poder exigirles a los demás, y por eso les hablo así el día 1° de Mayo, con pasión, frente a la responsabilidad que tenemos nosotros ante Chile y ante la historia: nuevas metas, más organización, más disciplina, desprendimiento, no egoísmo; superar el horizonte pequeño de cada empresa, industria o de cada cerco para mirar el problema de clases en su conjunto, sean campesinos, obreros, empleados, técnicos o profesionales.

Por eso debo decirles a ustedes que he leído con inquietud un documento publicado en el diario La Prensa, el 29 de abril, en que se hace una entrevista a un dirigente campesino, compañero de apellido Fuentes. No ha sido desmentido, por eso lo comento. ¿Qué dice este dirigente? Dice que está con el Gobierno, pero que si el Gobierno se queda a mitad de camino, continuará adelante. Dicen que tienen autonomía para hacer las cosas que quieran, dicen que a pesar de que el Gobierno no expropiará todos los predios, ellos piensan que es necesario y que por eso lo hacen y lo harán, y agregan, “porque hay que pararle el carro al compañero Allende y al compañero Baytelman”. (…)

Pues bien, he puesto este ejemplo porque si cada cual toma el camino que se le ocurra, aquí se va a producir el caos, compañeros, y eso es lo que ellos quieren: que no se produzca en la tierra; que no se produzca en las industrias; que haya dificultades. El poder de compra que ustedes tienen ahora ha hecho que se venda como nunca antes. Pero hay que reponer ciertas cosas. Dentro de 15 días o dos meses se acaban los stocks, y si las industrias no producen, Chile no está acostumbrado a racionamientos y no los queremos.

Por eso hay que producir en el campo, en las industrias, compañeros, y por eso quiero, también muy tranquilamente, como compañero de ustedes, decirles lo siguiente: traigo un informe del señor Contralor General de la República, hecho a pedido mío. Se estudian en él dos empresas fiscales, sobre todo una de ellas, y aquí están las cifras que marcan el porcentaje de ausentismo de sus trabajadores y empleados. (Esto es lo que publicaba con tanta alegría el semanario americano a que hice referencia.) Y lo que es peor, en este informe de la Contraloría se confirma lo que yo le dije al pueblo allí en la otra plaza, hace muy pocos días. Les dije que por desgracia faltaban a su trabajo empleados y obreros simulando estar enfermos, y agregué que, lamentablemente, también había algunos profesionales médicos que no teniendo sentido de su responsabilidad, que no comprendiendo el juramento hipocrático, se prestaban para dar certificados que en el fondo son falsos. Obreros y empleados que ganan más no trabajando, porque la ley es absurda, y médicos que reciben un porcentaje por cada certificado que den. Ha habido algunos que han obtenido así 50, 60, 80 millones de pesos al mes. Se lo he expresado al Colegio Médico de Chile, yo he sido presidente de ese Colegio durante cinco años, tengo autoridad moral para decirlo, porque esa ley la hice yo, al igual que la que creó el Servicio Nacional de Salud, al igual que el Estatuto del Médico Funcionario: jamás la profesión médica en este país ha podido caer a los niveles morales a que algunos han querido llevarla. No podemos aceptar la colusión entre obreros y empleados y médicos para estafar al Fisco, al pueblo y al propio Chile, camaradas.

Para terminar (es que no me gusta la explotación del hombre por el hombre), ustedes ya saben lo que el Gobierno ha hecho y lo detalló recién el compañero Víctor Díaz. Desde el medio litro de leche hasta controlar el 53 por ciento de las acciones bancarias y hasta entregar a los bancos nacionalizados el mercado del dólar. Desde la nacionalización de empresas monopólicas, hasta la reconquista de las riquezas básicas en manos del capital extranjero. Hemos hecho y haremos todo el esfuerzo necesario para detener la inflación, para disminuir la cesantía. Pero no se detiene la inflación si no se produce más, camaradas. Porque genera mayor demanda y no habiendo como respuesta mayor producción, suben los precios, y las consecuencias ¿las pagan quiénes?, ustedes. Y, sobre todo, los pensionados, los jubilados, las montepiadas, los que viven de ingresos rígidos, sueldos o salarios. El Gobierno hace, cumple, realiza, pero la responsabilidad no la tiene sólo él. La tienen ustedes también. Fundamentalmente, la tienen los trabajadores. Cuando hablo de trabajadores, hablo de campesinos, obreros, empleados, técnicos, intelectuales, profesionales. Hablo de pequeños, medianos empresarios, industriales y comerciantes. La responsabilidad la tienen los trabajadores. Lo que debilita y divide a los trabajadores, debilita al Gobierno, y tienen que entenderlo. Lo que fortalezca a los trabajadores, fortalece al Gobierno, y tienen que entenderlo.

El futuro de la revolución chilena está, hoy más que nunca, en manos de los que trabajan. De ustedes depende que ganemos la gran batalla de la producción. El Gobierno, día a día, muestra lo que es capaz de hacer. Pero no podrá realizar más si no contamos con el apoyo, la voluntad consciente y revolucionaria de ustedes, compañeros trabajadores. Por eso —como decía— hay que vitalizar los movimientos, los sindicatos, los partidos populares, y, sobre todo, deben tener conciencia de su responsabilidad los campesinos y los obreros. La revolución, el destino, el futuro de Chile están en manos de ustedes. Si fracasamos en el campo económico, fracasaremos en el campo político, y será la decepción y la amargura para millones de chilenos y para millones de hermanos de otros continentes que nos miran y que nos apoyan. Tenemos que darnos cuenta de que más allá de nuestras fronteras, desde África y de Asia, y aquí en el corazón de América Latina, hombres y mujeres miran, con apasionado y fraterno interés, lo que estamos haciendo nosotros. Piensen, compañeros, que en otras partes se levantaron los pueblos para hacer su revolución y que la contrarrevolución los aplastó. Torrentes de sangre, cárceles y muerte marcan la lucha de muchos pueblos, en muchos continentes, y, aun en aquellos países en donde la revolución triunfó, el costo social ha sido alto, costo social en vidas que no tienen precio, camaradas. (…)

Aquí podemos hacer la revolución por los cauces que Chile ha buscado, con el menor costo social, sin sacrificar vidas y sin desorganizar la producción. Yo los llamo con pasión, los llamo con cariño, los llamo como un hermano mayor a entender nuestra responsabilidad; les hablo como el compañero Presidente para defender el futuro de Chile, que está en manos de ustedes, trabajadores de mi patria.