Por Miguel Lawner, 9 de junio de 2023

La magnífica exposición inaugurada ayer en la Municipalidad de Valparaíso, sobre el barco mercante LEBU, cuyas bodegas fueron destinadas a la reclusión de numerosos compañeros detenidos en Valparaíso inmediatamente después del golpe militar, nos hace recordar que también se torturó en el buque escuela Esmeralda, cuya reputación no vacilaron en deshonrar los marinos golpistas.

Transcurrida una semana desde que llegamos a la Isla Dawson, nuestra rutina se interrumpió con la llegada de siete compañeros detenidos en Valparaíso, los cuales se sumaron al contingente de 25 prisioneros de guerra, que ya estábamos recluidos en una barraca de 32 m2.

Para darles cabida, fue necesario incorporar literas de tres pisos, lo cual acentuó la similitud de nuestra barraca con las imágenes de los campos de concentración nazis, mostrando a los presos tendidos en bandejas análogas a las empleadas para depositar el pan antes de introducirlo en los hornos.

Entre los porteños recién llegados, se encontraban Luis Vega, abogado de la Intendencia de Valparaíso, el regidor Ariel Tacchi, el ex fisioterapeuta de la armada Maximiliano Marholz, el superintendente de aduanas Leopoldo Zúljevic, el ingeniero Walter Pinto y el profesor y alcalde de Valparaíso, Sergio Vuscovic.

Los porteños nos relataron los vejámenes a los que fueron sometidos en las bodegas del buque escuela Esmeralda, utilizadas como cámaras de tortura desde la madrugada del once de septiembre. Todos fueron arrancados de sus hogares por personal de la Armada y conducidos a la dama blanca sin que mediara explicación alguna. Allí permanecieron gran parte del tiempo en calzoncillos, boca abajo sobre el piso, baldeados, azotados de vez en cuando, y sometidos a descargas eléctricas en todo el cuerpo. Los labios quemados y extensos moretones en el vientre, nos testimoniaron la ferocidad descargada por captores poseídos de un odio irracional.

Recuerdo que Vúscovic nos mostró su cuerpo totalmente amoratado y además, la dentadura, que le había quedado suelta.

Ninguno de ellos fue sometido a juicio alguno, pero quedaron marcados para el resto de sus vidas por este castigo irracional instigado por los grandes poderes económicos nacionales, con la complicidad del gobierno de los Estados Unidos y de la CIA, como se ha recordado en estos días a raíz del cumpleaños número 100 de Henry Kissinger, principal instigador de estos hechos.

A quienes levantan hoy posiciones negacionistas, es importante hacerles presente la barbarie desatada tras el golpe militar del 73, contra chilenos que no habían cometido delito alguno. Nada puede justificar semejante violación a los Derechos Humanos y recordar hoy día un episodio como este, es la mejor contribución para evitar que vuelva a ocurrir.